El PP de Feijóo que hemos gastado esta semana en el Congreso se parece poco al PP de Casado. Y no solo por la veterano contención de los discursos, sino todavía por sentido de responsabilidad a la hora de sufragar cuestiones importantes en la Cámara, como ha sido la convalidación del decreto anticrisis, al acaecer del rechazo al primer plan a la privación en el que se debatió el jueves. Los populares justificaron su rectificación en que el nuevo texto incluía la reducción fiscal del IVA de la luz, que había propuesto en su día su partido. Eso sí, criticaron que el plan era insuficiente pues debería incluir otras medidas específicas, como la deflación de la tarifa del IRPF a las rentas de menos de 40.000 euros. No obstante, con su postura quisieron visualizar un acto de responsabilidad. El cambio del voto cogió por sorpresa al Gobierno.
Pero el PP de Feijóo hizo otro movimiento inteligente al escoltar una perfeccionamiento del PSOE que comprometía al Ejecutante a elevar progresivamente la partida de defensa hasta alcanzar el 2% del PIB, tal como anunció durante la última cumbre de la OTAN. Por su parte, los socialistas apoyaron el documento completo que presentaron los populares en materia de política foráneo y defensa para blindar la relación con Estados Unidos y ampliar el contingente de la almohadilla de Rota. No se prostitución de presentir que este haya sido el principio de una hermosa amistad entre Sánchez y Feijóo, como le decía Humphrey Bogart al capitán Louis Renault en Casablanca, pero debería ser la almohadilla para poder ponerse de acuerdo en cuestiones de Estado.
No fue el principio de una bonita amistad, pero Feijóo facilitó un decreto y una perfeccionamiento del PSOE
Si queremos que la parentela vuelva a creer en la política, habrá que intentar ascender a acuerdos en cuestiones claves en momentos tan sumamente delicados. El dinosaurio de la inflación está tumbado en el felpudo de la entrada de nuestras casas con tan pocas ganas de moverse como el antiguo de Monterroso, así que Gobierno y examen deberían ir de la mano para que el país no se les fuera por el fregadero. Es el momento para eso que Santi Vila califica en su posterior vademécum de “la ética de lo que es correcto”, un oxígeno que invita a un plus de compromiso para que la sociedad no resulte ingobernable y la política no se convierta en un trasto inútil.
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