La desafortunada gincana porno con niños y niñas organizada por el Comunidad de Vilassar de Mar ha devuelto el debate de la educación sexual a la primera segmento. ¿Cómo debemos educar a nuestros hijos en esta materia? Los tiempos oscuros de la dictadura franquista hicieron mucho daño en este sentido y el despertar que supuso la recuperación de la democracia fue muy montañoso. Pasamos de un extremo a otro sin al punto que transición. Pero han pasado más de cuatro décadas y ha habido tiempo suficiente para encarar este asunto de forma seria, serena, profesional, consensuada con las familias y educadores, sin olvidar que el principal objetivo es el bienestar y la formación de los menores. En este dadivoso periodo de tiempo, la sociedad ha evolucionado y han aparecido nuevos sistemas de comunicación que facilitan el camino a la información, buena y mala, a cualquier perduración y que han acelerado la juicio de los
niños y niñas. ¿Qué hacemos entonces si los menores ya ven porno en la preadolescencia y juegan a querer ser mayores acortando cada vez más la imprescindible etapa inmaduro?
Entre otras muchas iniciativas, las escuelas han incorporado
esta información en las aulas, los centros de vitalidad dan charlas en los institutos y las familias hacen lo demás. Pero hay líneas de gala más políticas que profesionales que tienen la tendencia a ser transgresoras bajo una mal entendida modernidad, sin tener en cuenta que vulneran derechos y leyes.
Eso es lo que ha sucedido en Vilassar de Mar. El Comunidad se justificó ayer indicando que los preadolescentes ven contenidos pornográficos y, como errónea respuesta, se apuntaron a la fiesta sexualizando en empleo de educar. Sexualizan más que educan porque introducen a los niños y las niñas en las mismas prácticas que quieren murmurar. Adicionalmente, lo hicieron sin avisar a los padres y publicando las fotos de los menores en las redes sociales oficiales sin permiso y sin ocultar los rostros. Desconocemos la opinión de los chavales que participaron en este despropósito, pero sus familias están atónitas y comprensiblemente indignadas. Se ha hecho mal, y de este agonizante error que veremos si tiene trayecto legal se debe tomar nota para evitar que se repita en el futuro.
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