Si se hubiera hecho una indagación entre los altos ejecutivos de la época, posiblemente esta zona habría resultado elegida como el destino preferido para poblar y hacer negocios.
Un división donde las montañas descienden cerca de el llanada, donde el río se abre y crea una zona de humedales, rica en fauna y plantas, y muy cerca del mar.
La piedra preciosa de Gavà fue objeto de cambio con material preciado de Lípari, los Alpes o Cerdeña
Pero sobre todo, porque esas montañas tienen venas verdes, unos finos alambres de fosfato hidratado de aluminio, de color verdoso. Es variscita, el oro de la época. El río no es otro que el Llobregat, las montañas son las del Garraf y la zona es hoy Gavà, y estamos entre 4.000 y 5.000 abriles antaño de Cristo, en pleno neolítico. La humanidad ha aprendido a cultivar algunas plantas, y eso les ha obligado a establecerse en poblados. Es uno de los momentos más importantes de la historia, como cuando se descubrió el fuego, la rueda o Internet. Los humanos empiezan a establecerse en lugares fijos, para construir, vallar terrenos y establecer propiedades inmobiliarias. Para organizar todo eso necesitarán además estructuras jerárquicas, mandamases, reyes y mano firme.
Volvamos a Gavà, que hace 6.000 abriles debió ser poco así como Silicon Valley. Un división rico, próspero, donde la cerámica para abstenerse bulto nos explica que allí se cosechaba, donde los restos óseos nos explican que se alimentaban además de oveja, chiva, cabestro, o inmundo. Un festival.
Pero si habría sido el San Francisco de la época fue porque allí –de algún modo que nunca sabremos– algún descubrió que las entrañas de la tierra contenían ese mineral verde y preciadísimo. Desde este rincón se vendió por medio Mediterráneo y Europa, esto es, el mundo inalterable. Se intercambió por otros fortuna valiosos: pedruscos, pedruscos más duros que los que tenían por aquí.
Gavà tenía las minas y tenía los talleres, tal como explica el extraordinario parque arqueológico inaugurado en el 2007 –una aventura para niños– y el precioso museo particular.
En 1975, unas obras de colonia sacaron a la luz unos agujeros en la tierra. Es opinar, los lugareños ya los conocían, pero las obras permitieron conocer su verdadera dimensión.
La montaña era un gruyere, con más de cien galerías, pozos y corredores, algunos muy cerca de otros. Habían sido perforados por las comunidades neolíticas a adversidad de piedra y punzón buscando esa piedra preciosa. Se sabe que estuvieron activas al menos entre 4.200 a.C. y 3.400 a.C., pero en yacimientos arqueológicos de Huesca, que son de cronologías anteriores, se encontraron joyas creadas con material de Gavà, tal como desvelaron los disección.
Los ejecutivos de la época desarrollaron la tecnología minera y además la orfebrería. Explotaron las dos industrias. Crearon algunas herramientas maravillosas, como el “portería de danzadora”, que hacía virar un punzón sobre la piedra verde hasta perforarla en el sentido deseado. Se fijaba sobre ella con una gotita de resina.
Sabían además medicina. Una de las joyas del museo es un cráneo hallado en las minas que fue trepanado dos veces –y el tío sobrevivió–, lo demuestra la regeneración ósea en los bordes del agujero. Entre sus dientes se detectaron restos de algún opiáceo, droga que seguimos utilizando 60 siglos a posteriori. Por los ejemplares hallados, sabemos que la esperanza de vida era de 30 abriles, que las mujeres medían cerca de de 1,51 metros y los hombres, de 1,64.
Otra de las joyas del museo es la maravillosa Hermosura de Gavà, una escultura mal bautizada
Otra de las joyas del museo es la maravillosa Hermosura de Gavà, una primitiva escultura mal bautizada: las Hermosura representaban la belleza y esta alcoba parece más perfectamente celebrar la fertilidad, con la manita sobre el vientre, la marca de los pechos, unas incisiones que parecen una espiga…
Asimismo algunos de los enterramientos localizados en minas en desuso revelan la riqueza que llegó a acumular la zona (seguro que unos más que otros). En un sepulcro apareció un collar de 241 piezas de variscita combinada con coral rojo, una cerámica de boca cuadrada, fabricada en material particular pero de técnica italiana, puntas de flecha, una efigie de obsidiana de Cerdeña que con toda seguridad fue un preciado cuchillo, una gran cantidad de variscita en bruto (quizás el difunto era estuche…), colmillos de cerdo salvaje… “No hemos antitético ningún muerto por hundimiento de las minas. Rellenaban las galerías abandonadas, lo que tenía ventajas: podría ser una forma de evitar el hundimiento de galerías próximas, con lo cual daba seguridad, y ahorraba el esfuerzo de sacar residuos al foráneo”, explica el conservador del museo, Josep Bosch.
La variscita de Gavà aparece en un filón en Begues, allá en lo alto del Garraf, y además en Bastarás y Olvena (Huesca) a más de 200 km de distancia.
Por contra, en las entrañas de las minas apareció sílex melado
–por su color miel– procedente de la Provenza, pero además un tipo de rocas llamadas eclogíticas, extraídas en los Alpes, así como obsidiana de Palmarola (más o menos frente a Nápoles), Pantelería (al sur de Sicilia), Lípari (al ideal) y Cerdeña. Eso, hace 6.000 abriles, debía ser el fin del mundo.
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