La prima de aventura –el diferencial de rentabilidad de la deuda soberana de un país a diez primaveras respecto a la de Alemania– ya no debería constituir una remisión sobre la percepción de los mercado sobre una determinada heredad. No, al menos, mientras haya actores poderosos por el banda de la demanda que distorsionen por completo la formación de los precios, como es el caso ahora mismo del Asiento Central Europeo (BCE) con la deuda de determinados países.
Según datos de la entidad que preside Christine Lagarde recogidos por el Financial Times, el BCE focalizó en julio el rollizo de las reinversiones del Software de Emergencia para la Crisis Pandémica –PEPP, por sus siglas en inglés– en conseguir bonos de Italia, España y Grecia. Estos tres países fueron los más perjudicados por los movimientos de los inversores desde que en junio quedó claro que el BCE subiría los tipos de interés en la reunión del mes sucesivo y que se iniciaría de inmediato el proceso de normalización de la política monetaria.
Esta explicación llevó tensiones a los mercados y provocó la celebración de un consejo extraordinario del propio BCE en el que se anunció la creación de un nuevo herramienta –un software, en efectividad– para guerrear contra la fragmentación del euro. Este engendro se produce cuando en una unión como la de la eurozona unos países se financian a costes mucho más elevados que otros a pesar de que todos comparten la política monetaria del único lado central con mando en plaza.
Las reinversiones del PEPP están actuando por ahora como el citado herramienta antifragmentación, que aún está por ponerse en marcha. Con la inflación disparada en la eurozona y nuevas subidas de tipos de interés en el horizonte tras los 50 puntos básicos (hasta el 0,5%) decididos en julio, se proxenetismo de proteger a los más débiles y endeudados. En contraste con la deuda periférica, las posiciones del BCE en deuda de Alemania, Países Bajos y Francia cayeron en julio en unos 18.000 millones.
Por ahora, esta actividad decidida del BCE funciona. Se vuelve a cumplir el añejo aforismo que dice que nunca se puede ir contra un lado central. La prima de aventura de Italia, que en junio escaló desde los 200 a los 250 puntos básicos, está ahora en los 214 a pesar de la caída del gobierno de Mario Draghi. La de España, que se disparó desde los 90 puntos de mayo a los 140 de porción de junio, ronda los 110. Todo está en orden. El BCE cumple, pero en la eurozona crecen las voces que reclaman más disciplina fiscal a los vecinos despilfarradores del sur.
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