El pasado 29 de julio, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, hacía notar que no llevaba corbata durante su intervención y anunciaba que recomendaría a sus ministros que siquiera se la pusiesen si la ocasión no lo requería. Adicionalmente, hacía esta recomendación extensiva a todos los funcionarios y a los altos ejecutivos del sector privado. Todo esto –decía Sánchez– con el objetivo de racionar energía. Más allá del debate sobre si la medida puede ser útil o no , la sinceridad es que la corbata ha ido perdiendo protagonismo en el dress code masculino.
“Los Beatles en sus primeras actuaciones aparecían con corbata y en esa misma época, los chicos más modernos del instituto la llevaban. Sencillamente la sociedad ha cambiado y las formas de relacionarnos asimismo. Esto ha hexaedro un uso diverso a la corbata”, expone el presidente de la Escuela Internacional de Protocolo y de la OICP, Gerardo Correas. El uso de la corbata tal y como lo conocemos ha cambiado radicalmente. Los ejecutivos de empresas cada vez prescinden más de ella y los fabricantes sufren la yerro de demanda desde hace unos 7 u 8 primaveras.
“Pensábamos que podía ser consecuencia de un cambio de moda y que, al ser esta cíclica, volveríamos a tener la demanda habitual, pero no ha sido así. Veo muy poca concurrencia con corbata”, explica Federico Belli, propietario de Silvio Silvani, marca especializada en corbatería. Por otro flanco, la inscripción cada vez es más flexible. “El cliente habitual perteneciente al mundo de la empresa ya no es tan usual porque la tendencia es la de vestir casual y con un estilo más sport ”, añade.
Socialmente
La imagen de la corbata
Según el sociólogo Vicent Borràs, miembro del QUIT de la UAB, la corbata es una muestra de la masculinidad hegemónica dominante, “de aquella minoría que tiene la capacidad de cambiar la vida de los demás con sus decisiones”, señala.
La imagen que daba un hombre con corbata al cuello ha perdido fuerza. Nos encontramos en un momento de transición social, la forma en la que las personas se relacionan es cambiante y esto se refleja asimismo en la moda. Este sociólogo sugiere que la corbata supone un obstáculo a la hora de establecer relaciones personales, que cada vez se confeccionan de guisa más informal. “Ayer, representaba un status y ahora, eso de querer parecer se ha relajado más”, justifica. En la hogaño, la corbata ha caído en desuso porque “marca una barrera. Por ejemplo, un banquero puede arriesgarse no soportar corbata para que el cliente le sienta como alguno que empatiza y más próximo a él”, opina Borràs.
Socialmente, la corbata ha sido considerada siempre una prenda esencial del protocolo. Correas reconoce que “protocolariamente la corbata refleja una forma determinada de una guisa de vestir. Se usa en momentos concretos donde se impone esa formalidad”. Sin retención, aclara que “el protocolo no marca nulo sobre ella, ni si quiera sobre cómo debe vestir una persona para ir más o menos correcta”. Es la inscripción, que establece el hospedador, la que recomienda qué prendas usar.
Negocio afectado
Cada vez hay menos fabricantes especializados en corbatería
La no misión de la corbata en el ámbito empresarial y otros eventos ha supuesto que muchos fabricantes y tiendas dedicadas solamente a su comercialización hayan quebrado. “Hace no tanto había muchas cadenas de corbatería en Madrid. Ahora, la mía sea posiblemente la única tienda especializada en corbatas que queda. El mercado se ha estrecho mucho y es complicado sacar delante un negocio vendiendo solamente corbatas”, dice Belli.
Su empresa asimismo se dedica a la saldo al por maduro de corbatas. “Los encargos han bajado muchísimo. Al igual que pasa con la tienda, antaño había más operadores y ahora, nos hemos quedado solos”, asegura este propietario.
Uno de los complementos más antiguos
"Destinada a perdurar en el tiempo"
Si aceptablemente la producción de corbatas es cada vez último porque la inscripción cada vez la exige menos y las personas priorizan la comodidad, aún podemos ver cómo se lleva de guisa muy habitual una prenda que siempre la acompañaba: la saco. “La corbata es un complemento de adorno que no tiene otra función. La chaqueta tiene otras funciones adicionalmente de amparar como es la de los bolsillos y, adicionalmente, forma parte de un todo en el vestir y no es conveniente quitársela, del mismo modo que no nos quitamos otras prendas porque haga calor”, dice Correas.
Los expertos en protocolo apuntan que el uso de la corbata no es una cuestión de ideología. Es muy habitual ver a políticos de cualquier signo sin en las campañas electorales y al contrario, aunque sea con un estilo más desenfadado, a lo Pablo Iglesias. Sin retención, la recomendación de Pedro Sánchez fue carne de meme en redes sociales y hubo quién intentó ridiculizarla. Nostálgicos de la corbata como el cantante José Manuel Soto o el periodista Javier García Isac, animados por el catedrático de Filosofía Juan A. García Amado, subieron fotografías haciendo campaña para usar corbata hasta en la playa.
La corbata, guste más o menos, sigue teniendo su conocido. Hombres y mujeres la siguen usando porque, como afirma Correas. “es un producto textil sometido a los movimientos que la moda impone. Pueden utilizarse distintos tipos, diferentes nudos y colores más o menos divertidos dependiendo de la ocasión”. El propietario de la corbatería Silvio Silvani cree que –a pesar de todo– “este adorno está destinado a perdurar en el tiempo como lo lleva haciendo desde hace 2.000 primaveras”.
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