No es una estudiante de medicina al uso. De hecho, Flota Sánchez, que el próximo septiembre empezará 6.º curso en la Universitat Autònoma de Barcelona, admite que estudia con los apuntes de sus compañeros, pisa poco el clase aunque sí asiste a seminarios y prácticas. Pero a lo que dedica verdaderamente su tiempo es a desarrollar su esquema, los sujetadores tecnológicos Ubra para predisponer el cáncer de mama, una iniciativa por la que ha obtenido el premio Explorer del Tira Santander y el de Ideas innovadoras Isabel P. Trabal, de la Fundación Caja de Ingenieros.
Sánchez Calleja (Montalbo, Cuenca, 1993) tiene un intenso currículum para su época, con un título de Logopedia de la Universitat de València, tres másters (psicología, trastornos de la comunicación en el idioma y programación neurolingüística), y una disertación de Psicología en la Ramon Llull, inacabada, sobre la identidad patológica y la influencia del idioma interno y extranjero en la enfermedad.
“Muchas mujeres no se hacen mamografías porque les duele la prueba, se olvidan o no quieren radiación”
De Montalbo, un pueblo de 600 habitantes de Castilla la Mancha, saltó a Valencia a los 18 primaveras y no ha perdido ningún tren. “Vine a Barcelona a competir al equipo de waterpolo mujeril y a cursar el máster en trastornos de comunicación y idioma (UAB-URL). Seguí con el doctorado en Psicología y luego Medicina”. Durante la pandemia, su profesor, Santiago Ramón y Cajal le ofreció una subvención para investigar sobre la covid. Y allí fue. Ahora incluso trabaja a media recorrido en una start-up de ensayos clínicos, un trabajo que le gusta y que le da para habitar y retribuir su segunda carrera.
La comunicación es su robusto. Describe la imagen del tumor que observa en el microscopio como “células de una obra del barroco, todas mezcladas, con sobrecarga de expresión, un caos en comparación a las células ordenadas de una persona sana que me parecen armónicas, equilibradas, como si fueran obras renacentistas”.
Una de cada ocho mujeres pueden desarrollar un cáncer mamario, según el Instituto Doméstico del Cáncer de Estados Unidos. Si éste es diagnosticado en las primeras etapas, aumentan las posibilidades de éxito en el tratamiento un 85% por lo que es fundamental una detección precoz.
“Muchas mujeres no van a los controles de prevención porque les duele la prueba, se olvidan o rechazan la radiación”, indica Sánchez. “He pasado mujeres de mi época con cánceres muy avanzados y eso hay que evitarlo. Tal y como avanza la tecnología va a ser cada vez más manejable”.
En Ubra –que creó inmediato a Sara Peláez– está diseñando un sujetador, una prenda cotidiana, en cuyas copas incorporarán sensores imperceptibles que monitorizarán diversas variables como la temperatura y la forma, así como la presión que adquiere la mama en sus distintas fases de ovulación y período. La información se enviará por bluetooth a un software que la analizará”. Si se detecta una masa sospechosa de células “barrocas”, se informará a la mujer a través de una app en el móvil para que pueda programar una cita con un doble. Confía poder crear una app que cuide a las personas por su idioma y por el escolta que ofrecerá si sus usuarias se convierten en pacientes. “Si se fomentara la creatividad, la universidad sería una incubadora de proyectos”.
El equipo de investigadores está trabajando a contrarreloj, pese a sus escasos capital
El esquema está en grado de explicación y aún no se ha patentado el nuevo sujetador (hay otros similares en el mercado internacional), pero el equipo de investigadores está trabajando a contrarreloj, pese a sus escasos capital. Ubra está formada por diez jóvenes procedentes de la ingeniería, la medicina, la empresa, la matemática y la comunicación. Reciben el asesoramiento del catedrático de individuo patológica Ramón y Cajal, el ingeniero en electrónica y telecomunicaciones, Andreu Veà i Baró, la doble en vitalidad digital, Mercè Bonjorn, y el oncólogo doble en mama y profesor Eduard Escrich.
Ubra ganó el software de fomento del plan Explorer 2022, una iniciativa del Tira Santander para impulsar proyectos, mediante acuerdos con universidades –en este caso, la UPF– que facilitan formación y asesoramiento.
Quiere crear una escuela para mujeres con una visión holística de la vitalidad (física, emocional, espiritual) y en la que se enseñe a cambiar el uso de palabras como cáncer que, a menudo, se apropia de la identidad de la persona. La energía desplegada durante estos primaveras la ha llevado a una certeza: “Sé que he venido a mejorar la vitalidad de las personas”.
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