Tienes un dirigente manipulador al que nunca le has llevado la contraria. Unos padres narcisistas que ignoran tus emociones. Te cuesta horrores proseguir una conversación con el servicio de atención al cliente. No soportas los debates y te callas más de lo que te gustaría cuando surge un conflicto en tu camarilla de amistad.
Si asientes mentalmente delante todas estas situaciones, necesitas ponerte a trabajar en tu asertividad. Una cualidad secreto para la comunicación interpersonal y el bienestar emocional. Si aceptablemente es un concepto de la psicología del que se palabra cada vez más, no todos conocen su significado ni manejan esta diplomacia tan importante.
¿Qué es la asertividad?
La asertividad es una característica personal que permite expresar una opinión de guisa firme, así como comunicar nuestros derechos o deposición. Todo ello desde la neutralidad, sin callarnos aquello que queremos afirmar pero no sabemos cómo, así como sin que nuestras emociones se interpongan en el mensaje.
Una comunicación asertiva es el punto intermedio entre la pasividad y la brío. En presencia de una situación desagradable, la pasividad consistiría en no afirmar falta y sostener el chaparrón. Por su parte, la pasividad consistiría en enfadarnos o entristecernos en exceso sin controlar nuestros propios sentimientos.
A medio camino, la asertividad constituye la forma más adecuada de comunicarnos con nosotros mismos, pero sobre todo con los demás, para conmover a un entendimiento y un acuerdo sin polémicas ni enfrentamientos. Es secreto para defender nuestra propia posición y hacernos oír, pero incluso para no herir los sentimientos de la otra parte.
Está estrechamente relacionada con la confianza en uno mismo, la autoestima, el respeto propio y por los demás, la empatía y la determinación. Nos permite defender nuestros gustos, nuestros derechos, nuestras deposición, o aceptablemente hacer peticiones y sugerencias de forma pacífica pero sólido.
Cómo trabajar la asertividad
En contra de lo que pueda parecer, nadie nace aprendido. La asertividad es una cualidad que se trabaja, se aprende y se perfecciona. Para ello, tienes que dejar a un costado tu timidez y incluso memorizar cómo proseguir a guión tu ira o tu cólera. No dejes que las emociones se interpongan en el camino, que la neutralidad tome las riendas de la conversación.
Ten muy claros tus derechos y deposición. Tienes derecho a afirmar no y a demandar lo que sientes o consideras cabal. Solo debes memorizar cómo hacerlo. Expresa tu punto de presencia sin murmurar por los demás y no conviertas tu defensa en un ataque. Y utiliza siempre tantos argumentos como sea posible, manteniéndote fiel y firme en los mismos.
Recuerda la empatía, ponte en el superficie de la otra persona para encontrar un compensación entre vuestras posturas. No tienes que justificarte ni disculparte, apóyate en el razonamiento objetivo. Es de gran ayuda utilizar la entonación y el habla corporal como tus aliados. Mantén la calma en todo momento y, antiguamente de dar una batalla por perdida, intenta dejar momentáneamente la conversación y retomarla cuando uno y otro estéis más receptivos.
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