Según la profesora de Filosofía en la UAB y experta en asuntos de apartado, Begonya Saez, la forma en la que Pedro Sánchez planteó quitarse la corbata como medida en patrocinio del medio hábitat es patriarcal. “El presidente dice que hay que quitarse la corbata y, ¿qué pasa con el resto de personas que no llevan corbata? ¿Por qué no se abre una consulta en el Congreso y se pregunta, qué medidas se pueden tomar a partir de la vestimenta tanto de hombres como de mujeres para mejorar la situación climática? Esa sería una forma sensible al apartado”, admite.
Los sociólogos apuntan a que históricamente la corbata ha sido un ambiente que ha servido de empoderamiento masculino. “Una vez más, esta recomendación deja al hombre como el único salvador porque no hace narración a ninguna medida que pueda tomar la mujer en pro del parquedad energético, solo alude a que los ministros y funcionarios se quiten la corbata”, justifica. En opinión de Saez, equivocación afrontar la sostenibilidad desde una perspectiva de apartado.
Las mujeres con poder han tenido que imitar el ‘dress code’ masculino para que este fuera obligado
Cada vez son menos los hombres que usan corbata. Separadamente de por priorizar en confort, ha caído en desuso porque ven esta prenda de adorno como una barrera entre los dos sexos. Por este motivo, el feminismo ha favorecido el desuso de la corbata. “Por ejemplo, los diputados de partidos abiertamente feministas se resisten más a aparecer públicamente con corbata. En el Parlamento, quienes siempre la llevan pertenecen a partidos que defienden en sus programas ideales de desigualdad”, sugiere Begonya Saez.
Estudios de apartado en relación a la vestimenta apuntan a que la corbata es un complemento sexista porque para el hombre siempre está garantizada la imagen de situación de poder que encarnan mediante este complemento.
Las mujeres para ser reconocidas en esa misma situación de poder han tenido que imitar el dress cod e masculino. “Sin ir más allá, el traje de chaqueta y pantalón, aunque tenga un estilo mujeril, es una pugna del traje clásico que el hombre se ha puesto siempre para las ocasiones más serias y formales”, explica esta experta.
Apelando a El segundo sexo de Simone de Beauvoir, “esto pasa porque nadie va a cuestionar a una persona cuando porta un traje. La mujer vuelve a ser la que se tiene que adaptar a la forma de estar en el mundo del hombre”, concluye Begonya Saez.
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