Cualquiera diría que la trágica experiencia andaluza habría enseñado lecciones a la izquierda y que no se repetirán los errores cometidos. Y hablando con los protagonistas, la amonestación está aprendida, pero todo indica, y así lo admiten asimismo, que los errores –división, partida de liderazgos, luchas patentes por las listas...– no solo se van a repetir sino que muy probablemente se multiplicarán. Tanto en el PSOE, con sus liderazgos discretos, como, sobre todo, en el llamado espacio del cambio.
Si en Andalucía la pugna por la pelotón fue solo parcialmente exitosa, con la consolidación del cisma de Teresa Rodríguez y una letanía de gentío peleada emplazamiento Por Andalucía, lo de las municipales y autonómicas del año próximo se presenta mucho peor. Tanto en el proceso como en los previsibles resultados. La plataforma Sumar no va a participar en las elecciones –de momento, es una asociación, no tiene forma de estructura política–, pues la vicepresidenta Yolanda Díaz ya había anunciado meses ha que su tesina era solo estatal. Y las fuerzas políticas a las que pretende aglutinar en las generales están sumidas en una aniquilamiento fratricida en casi todos los territorios. Resumido: a día de hoy Sumar no va a estar y los que van a estar no están por sumar.
La plataforma de la vicepresidenta no estará en las locales, pero sus socios viven una aniquilamiento fratricida
Las autonómicas se celebran en 12 comunidades –Aragón, Asturias, Illes Balears, Canarias, Cantabria, Castilla-La Mancha, Comunidad Valenciana, Extremadura, La Rioja, Madrid, Murcia y Navarra–, y en las ciudades de Ceuta y Melilla. En cada condado los problemas son distintos, pero el sinopsis universal es que bases y cuadros de Podemos y bases y cuadros de IU, que siempre han tenido relaciones complicadas, están a matar. Hasta el 2020, esa tensión la resolvía el poder: la indiscutible capacidad de Podemos como tren del espacio y el liderazgo de Pablo Iglesias obligaba a IU y al resto a aceptar la hegemonía de los morados. Pero conforme el deshilachado de Podemos en los territorios se ha ido haciendo más salvoconducto, las formaciones aliadas han puesto en cuestión quién deba liderar las listas y la organización. Hoy, en los tanteos previos, Podemos esgrime que la correlación de fuerzas para negociar debe ser la del 2019, pero en IU nadie importación ese relato.
Tanto en las elecciones de Castilla y Arrojado como en las de Andalucía, IU y Podemos concurrieron juntos. En el primer caso, con partitura y bastoncillo de Podemos, con Pablo Fernández, y en el segundo, bajo liderazgo y organización de IU, con Inma Nieto. Las dos campañas salieron mal en términos de resultados –azuzados por el escaso desempeño de los respectivos candidatos socialistas, Luis Tudanca y Juan Espadas, y por el discreto estreno de la operación anticapitalista en Andalucía–, lo que sugiere que Podemos e IU, con matices en cada condado, se las tienen tiesas, no en una correlación de fuerzas, sino “en una correlación de debilidades”, según la célebre cita de Manuel Vázquez Montalbán sobre la transición.
Izquierda Unida podría aliarse con el rama de Errejón en Madrid, tanto en la comunidad como en la caudal
El animación es en universal de escama, y Yolanda Díaz, tras las experiencias de Castilla y Arrojado, y Andalucía –donde fue consultada– no quiere meterse de hoces y coces a poner orden ahí. A día de hoy solo en Extremadura y Navarra las relaciones entre ambas formaciones permiten soñar con una candidatura conjunta en autonómicas. En el resto de los territorios, las cosas están muy mal, no solo entre IU y Podemos sino asimismo entre los cuadros de los morados, donde aún se aprecian flecos de las luchas intestinas que sacudieron la estructura en el antedicho periodo. Como en Asturias, donde la contemporáneo dirección regional, liderada por Sofía Castañón, tramita un expediente de expulsión al antedicho secretario universal, Daniel Ripa, y la relación con IU está asimismo muy dañada.
Podemos no cuenta con estructura para las municipales, exceptuado en las ciudades grandes, y en la mayoría de estas una alianza con IU no es viable. Las dos plazas más complicadas serán, tanto en autonómicas como en municipales, Madrid y Comunidad Valenciana. En el primer caso, las opciones del espacio para conquistar la comunidad son reales, con el PSOE desfondado, Más Madrid liderando la competición y Unidas Podemos, muy disminuido y en disposición, con antelación, de integrarse en una letanía de Mónica García. Pero la candidata de Más Madrid no desea una sopa de siglas y Podemos exploración candidato. Igualmente en el Comunidad, donde Podemos no concurrió en el 2019. Y Más Madrid, tras el cisma carmenista, defenderá la previsible candidatura de Rita Prior y podría alcanzar aliarse con IU, ya que IU Madrid ya amagó con sumarse a Errejón en el 2019. Podría hacerlo ahora, en la comunidad y en el concejo.
De las plazas importantes, solo el Comunidad de Barcelona parece a exceptuado de las disputas
En la Comunidad Valenciana el puzle de la izquierda es de los de 10.000 piezas: una fuerza afianzada en el condado como Compromís, un Podemos disminuido por sus luchas intestinas y la salida de algunos de sus rostros conocidos, como el exvicepresidente autonómico Rubén Martínez Dalmau, un sector errejonista pequeño pero partidario a Compromís, e IU, integrado en Unidas Podemos.
Solo el Comunidad de Barcelona parece hoy una balsa. La candidatura de Ada Colau no tiene rivales en el espacio político y es improbable que surjan otras listas.
Enderezar este cuadro universal sin liderazgos potentes se antoja impracticable. La paradoja es que los actores saben que esta coyuntura los perjudica en términos globales. Sin retención, parecen dispuestos a dar la batalla por dilucidar quién es la estructura más potente del espacio, aún a peligro de debilitarse todos. La circunstancia podría aprovecharla el PSOE o las fuerzas territoriales (Bildu, BNG, Compromís) para afianzarse a su costa. En cuanto a Sumar, una derrota severa del espacio es una malísima comunicado para Díaz por su poder desmovilizador, aunque por otro costado la hecatombe podría ser tal que negociar las listas de las generales fuera coser y cantar. Edificando, eso sí, desde una absoluta ruina.
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