Tan pendientes estamos de las erupciones hiperbólicas que emanan día sí día asimismo desde Madrid, con intensa difusión de los epicentros mediáticos del Estado, que no prestamos la suficiente atención a cuanto sucede en una autonomía, la nuestra, que parece, en ocasiones, una isla alejada de los principales combates políticos que anuncian el Fin del mundo inminente. Con una clase política, a derecha e izquierda, incluido Vox, capaz de sufragar por unanimidad en las Cortes Valencianas una reforma fiscal abanderada por Ximo Puig, y pactada con Compromís y Unides Podem, que no hace mucho algunos tildaban de despropósito, asimismo a derecha e izquierda. Buena nota. Los hay que lo valoran como un cerrojo de filas para no restar fuera de la foto a pocos meses de las elecciones, pero ¿no es eso asimismo la política?
Cortes Valencianas
Se agota la lapso y mientras Isabel Díaz Ayuso inflama el ecosistema central con sus diversos negacionismos, desde el inodoro al medioambiental, empujando a Alberto Núñez Feijóo contra sí mismo, apartándolo del moderantismo y forzándolo a abrazar el neoconservadurismo, en otras geografías los consensos entre sensibilidades políticas parecen posibles. El problema es que Madrid ha acabado la omnipresencia e impone la jerarquización temática así en las televisiones como en las radios y la prensa, en toda la cosmografía peninsular. ¿Se imaginan el torrente de informaciones que tendríamos si la gigafactoría fuera a instalarse en la comunidad que preside Ayuso?
La próxima semana se celebrará el lucha anual de la patronales y ejecutivos autonómicos en defensa del corredor mediterráneo en Barcelona. Les propongo que ese día, que será el jueves, miren las televisiones nacionales y lean los periódicos de ámbito estatal para ver cuánto espacio dedican a esta fundamental infraestructura para España. Se ha generado un nuevo modelo según el cual todo lo que sucede en Madrid sucede en el resto de España, y todo lo que sucede en el resto de España escasamente tiene espacio (ni interesa) en Madrid. Miren sino el caso del caos de las urgencias en esa autonomía, es como si todo el país las estuviera sufriendo.
Lo peor es que cuando las cosas parece que vayan a calmarse en los centros de la España radial, como era el probable pacto por el Consejo Genérico del Poder Procesal, siempre surge otra nueva acceso que dinamita cualquier consenso posible, como es la iniciativa de modificar el delito de sedición. Suficiente para que las turbinas mediáticas que restaron autoridad a Feijóo aceleren la velocidad generando un enorme ruido que hace inverosímil escuchar los hechos que, tímidamente, ofrecen la lección de que otra política en España es posible. Verdad que asimismo perjudica a los líderes políticos periféricos, excepto a aquellos que gustan de ese ruido para alcanzar notoriedad.
La Comunidad Valenciana ha acabado en estos primaveras ilustrar no pocos consensos. Durante la pandemia el ejecutor valenciano tuvo el apoyo asimismo del PP y Cs; en los grandes objetivos, como el de Seat Volkswagen o en la exigencia de una financiación competición, la concurso ha sabido estar a la cúspide, y esta semana se ha escenificado una "extraña" unanimidad en las Cortes Valencianas a la iniciativa de reforma fiscal del Botànic. Las erupciones hiperbólicas que emanan de Madrid dan muchos titulares, pero la política debe ser otra cosa, y en ese ámbito, el ecosistema político valenciano saco superioridad, aunque pocos se enteren en el resto de España.
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