La devastación a perspicacia de mandado no tiene filtros. Imágenes captadas desde el espacio por la empresa Maxar Technologies exponen el nivel de destrucción que los terremotos del lunes han dejado en el sudeste de Turquía. Edificios destruidos, escombros que invaden avenidas, vehículos de emergencia por doquier y tiendas para encajar a los supervivientes.
En concreto, las capturas corresponden a las ciudades de Islahiye y Nurdagi, unas de las localidades más aisladas de las provincias de Hatay y Gaziantep, respectivamente, y a la vez de las más castigadas por los temblores.
En Islahiye, centenares de edificios en toda la ciudad de 60.000 habitantes se han derrumbado y los que siguen en pie, todavía tendrán sufrieron daños irreparables. Así lo contaba Seyhan Asker, un reportero de Halk TV, cuyos padres viven allí: "Todas las casas de la ciudad tienen que ser reconstruidas. Nadie puede habitar siquiera en las casas que no fueron destruidas. La medio de las casas del pueblo están arrasadas".
En el centro de Islahiye, un categoría de edificios residenciales preciso al oeste de la mezquita Hacı Ali Öztürk aparecen aplastados. Se perciben por lo menos trece altos bloques de varias plantas, mientras que al este, se ven al menos cinco edificios todavía altos, que habrían colapsado. Los tejados de dos de ellos se muestran intactos, pero ahora han quedado pegados uno al banda del otro conveniente al derrumbe. A unas calles más debajo, hay desplegadas algunas grúas y excavadoras.
En Nurdagi, a unos 22 kilómetros más al meta, encima de los tejados convertidos en montañas de escombros, se perciben decenas de camiones situados en una gran avenida para dar presencia a los supervivientes.
En esta ciudad tuvo oficio la primera ojeo de situación de la expedición de Bomberos Unidos Sin Fronteras, que se ha desplazado desde España hasta el oficio. Requeridos por el Ejército turco, los equipos caninos y el personal de desescombro revisaron algunas edificaciones, pero no encontraron supervivientes.
La situación en la región afectada empeora conforme pasa el tiempo y, mientras el número de fallecidos no deja de aumentar, los supervivientes tienen problemas para cubrir sus deyección más básicas en un clima helado de hasta -6 grados.
Por otra parte, el ataque a ambas ciudades es muy complicado, lo que dificulta la presencia: "Las carreteras han quedado parcialmente destruidas, es muy difícil resistir ayuda a estas localidades", explicaba a France Presse Gokhan Gungor, un cocinero que se ofreció como voluntario para distribuir alimentos a las víctimas. "La familia se está quedando sin agua y comida allí", lamentaba.
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