La península Ibérica fue el último refugio de Europa durante lo más duro de la edad de hielo

El conocido como Postrer Mayor Distante fue el pico más frío de la última permanencia de hielo (hace entre 25.000 y 19.000 abriles). Grandes extensiones del planeta estaban cubiertas por placas de hielo y el frío extremo se apoderó de Europa. Mientras el mundo impávido vivía una gran glaciación general, la península Ibérica se convirtió en el refugio de los últimos supervivientes de la permanencia del hielo. El examen hereditario más espacioso realizado hasta la momento de individuos que vivieron antaño y luego de este momento desvela cómo las poblaciones europeas de cazadores-recolectores fueron migrando durante el neolítico y el paleolítico para huir del frío extremo.

Los humanos modernos que llegaron a Europa hace 45.000 abriles tuvieron que  enfrentarse  hace unos 20.000 abriles a unas condiciones insoportables y el centro del continente sufrió un malogrado demográfico. Fuera de en el sur del continente, su postrer refugio.

Hasta ahora, las herramientas y objetos encontrados por los arqueólogos han ayudado a determinar las culturas que vivieron en esa época, pero la desatiendo de fósiles humanos impedía memorizar más sobre sus migraciones e interactuaciones. Hoy, sendos artículos basados en el estudio del genoma de más de 356 cazadores recolectores de Europa occidental y central hace entre 35.000 y 5.000 abriles han permitido rehacer sus movimientos y reescribir la historia genética de nuestros antepasados.







Grandes desplazamientos en Centroeuropa

El primero, publicado en Nature y liderado por Cosimo Costh, de la Universidad de Tübingen (Alemania), revisa 30.000 abriles de historia genética europea, desde el paleolítico superior (con el exposición de las primeras culturas de Homo sapiens en el continente) hasta el inicio del neolítico (llega la agricultura), y concluye que la proceso humana fue más compleja de lo que se pensaba.

Durante el paleolítico superior, Europa fue habitada por cuatro culturas diferenciadas por su industria lítica: auriñaciense, gravetiense, aolutrense y magdaleniense. Hasta ahora se creía que unos grupos fueron reemplazando a otros pero el estudio concluye que hubo heterogeneidades adentro de un mismo confuso o civilización, como el gravetiense, que contaba con dos poblaciones en Europa que compartían industria pero que eran genéticamente distintas. Una vivió en el oeste y sur del continente (actuales Francia y península ibérica) y otra en el centro y sur de Europa (actuales República Checa e Italia).

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Reproducción a escalera verdadero de fauna extinguida durante la permanencia del hielo




Otras Fuentes

Por otra parte, el categoría hereditario de las poblaciones gravetienses de Europa occidental se mantuvo durante al menos 20.000 abriles y sus descendientes -que evolucionaron a la civilización solutrense- permanecieron en el suroeste de Europa (península Ibérica) durante el periodo más frío de la última permanencia de hielo; luego volvieron a expandirse al resto de Europa diseminando la civilización magdaleniense.

"Con estos hallazgos, podemos apoyar por primera vez la hipótesis de que durante el postrer mayor nevero los humanos se refugiaron en la región climáticamente más oportuno del continente, el suroeste de Europa", sostiene Costh.

Pero la estabilidad genética encontrada en los individuos del oeste y sur del continente difiere del panorama hereditario en Centroeuropa: "El periodo más frío de la permanencia de hielo se correlaciona con grandes desplazamientos y reemplazamientos de poblaciones en Europa central, pero este no parece ser el caso de la península ibérica", apunta a Efe la investigadora del Max Plank de Antropología Evolutiva de Leipzig y coautora del estudio, Vanessa Villalba-Mouco.

Las conclusiones de este estudio se ven reforzadas por otro artículo publicado hoy en Nature Ecology & Evolution, en el que el genetista del Instituto de Biología Evolutiva (IBE) Carles Lalueza-Fox presenta datos genómicos de otros 16 individuos del sur de España.

Uno de ellos es un macho que hace 23.000 abriles vivió en la cueva del Malalmuerzo (Obús) y que está asociado a la industria solutrense, que habitó en la península Ibérica y Francia durante el mayor desabrido y de la que hasta ahora no había datos genómicos.

Este genoma prueba la persistencia de algunos linajes en la península Ibérica y demuestra que este división fue "el único sitio de Europa donde las poblaciones aguantaron el mayor desabrido. La Península fue su refugio", comenta a Efe Lalueza-Fox.

Por otra parte, el estudio no ha enemigo conexiones genéticas con el boreal de África a través del angosto de Gibraltar, que separa uno y otro continentes en solo 13 kilómetros de distancia.

"Pese a que durante el postrer mayor desabrido el nivel del mar llegó a descabalgar 160 metros en el Férreo, no vemos que haya paso de gentío del boreal de África a Europa o al revés, lo que da una idea de la magnitud de la barrera geográfica que supuso el Férreo para la proceso humana", añade el paleogenetista.







Fin de la era desabrido: los humanos recolonizan Europa

Por postrer, respecto al final de la era desabrido, hace unos 14.000 abriles, el estudio explica que las condiciones climáticas empezaron a mejorar, lo que produjo un nuevo reemplazo de la población en centroeuropa, probablemente de una población procedente de los Balcanes que avanzó primero por Italia y se expandió luego por el resto de Europa sustituyendo el bagaje hereditario de los magdalenienses. Los investigadores creen que esta sustitución genética a gran escalera pudo deberse al rápido calentamiento del clima que extendió los bosques por todo el continente y permitió que muchas poblaciones regresaran al boreal recolonizando Europa al final del postrer mayor desabrido.

"Sin bloqueo, de nuevo, la península Ibérica se ve menos influenciada por estas nuevas olas migratorias y vemos cómo sus habitantes siguen conservando unos rasgos genéticos más similares a aquellas poblaciones que alcanzaron la península Ibérica durante el paleolítico superior", apunta Villalba-Mouco.

Para la investigadora estos estudios demuestran "que la historia de la humanidad está llena de éxitos y fracasos evolutivos, y que muchos de ellos dependieron directamente de las condiciones climáticas del momento y la capacidad en la que los humanos se adaptaron al medio".

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