Bonn, la antigua y paradójica capital alemana hasta la caída del muro de Berlín

En la novelística Una pequeña ciudad de Alemania, John Le Carré eligió a la Bonn de los primaveras sesenta como decorado idóneo para una de sus exitosas tramas de la pelea fría. Al fin y al término, durante ese periodo histórico, la pequeña Bonn era la caudal de la República Federal de Alemania, y poseía la neblinosa ámbito de espías y traiciones que tanto le gustaba deleitar al autor britano.

La capitalidad germana recayó en Bonn poco más de 40 primaveras. ¡Pero qué primaveras! Desde 1949 hasta 1990. Desde la derrota en la Segunda Pleito Mundial hasta la reunificación tras la caída del Tapia. Tan pronto como cuatro décadas en las que Alemania pasó de ser país devastado a convertirse en hércules financiero y protagonista de lo que hoy es la Unión Europea. Y todo se dirigió desde esta pequeña ciudad del estado federal de Renania del Ideal-Westfalia.

El jardín de Hofgarten que complementa el palacio del Elector en Bonn

El oasis de Hofgarten que complementa el palacio del Votante en Bonn

Thomas Stüven -Flickr

Al concluir la Segunda Pleito Mundial pronto quedó claro que el nuevo orden político se quebraría en dos bloques antagónicos. Lo cual se plasmó con la división en una Alemania del Este y comunista con caudal en Berlín, y otra del Oeste y capitalista que desechó a Stuttgart, Hamburgo o Frankfurt como capitales para optar por la diminuta Bonn, situada mucho más a poniente y carencia relacionable con el pasado prusiano y facha.

Era dorada 

Fue la caudal de la reconstrucción alemana tras la II Pleito Mundial

El primer canciller que gobernó el nuevo país desde aquí, fue Konrad Adenauer, y luego llegarían otros como Willy Brandt, o el enorme Helmut Kohl, quién finalmente devolvió la capitalidad a Berlín en 1990. Entre tanto ocurrieron muchas cosas en la pequeña ciudad, algunas tan secretas como las que relata Le Carré y otras tan conocidas como las visitas de relevantes personajes, desde Charles de Gaulle hasta Mijaíl Gorbachov, pasando por JFK, a quien todavía se le recuerda dando su nombre al principal puente de la ciudad.

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1967 presidente de los Estados Unidos Lyndon B. Johnson, presidente federal Heinrich Lübke,  presidente Charles de Gaulle en el entierro de Konrad Adenauer

Gräfingholt, Detlef / Terceros

Fueron décadas en las que Bonn creció. Triplicó sus escasos 100.000 habitantes con la afluencia de funcionarios, cargos políticos, periodistas y todo el sector servicios que eso acarrea. Se abrieron comercios, se instalaron tiendas de marca, aumentaron los restaurantes y los hoteles. E incluso el propio Kohl propició la creación de instituciones culturales para que los visitantes contaran con más lugares atractivos a los que comparecer entre trámite y trámite.

Esos museos y centros culturales se ubican en el Bundesviertel, donde se hallaban los edificios y dependencias gubernamentales. Algunos son efectivamente interesantes a día de hoy, como el Kunstmuseum con su magnífica muestra del expresionismo tudesco. O el Museo de la Historia de la RFA (Haus der Geschichte der Bundesrepublik Deutschland), que está entre los museos más visitados del país al ser un increíble itinerario por la historia nuevo.

Kunstmuseum,Bonn

El Kunstmuseum, en la ciudad alemana

Jeanne Menjoulet - Flickr

Lo paradójico es que, cuando se inauguraron, Helmut Kohl ya había trasladado la capitalidad a la lejana Berlín. Aquello fue traumático. No solo suponía perder protagonismo, igualmente miles de puestos de trabajo. Poco que se alivió con traspasos paulatinos y leyes compensatorias. Se mantuvieron durante mucho tiempo diversas sedes oficiales. E incluso el Parlamento tudesco permaneció hasta 1999, cuando se reinauguró el Reichstag berlinés con la airosa cúpula diseñada por sir Norman Foster.

En definitiva, poco a poco Bonn dio pasos detrás, retornando a su papel tradicional de pequeña ciudad de Alemania. Aún así, hoy en día se distinguen ecos de la añorada capitalidad. Se intuye un concurrencia lento y aburguesado al caminar por el centro. Pero siempre a un ritmo muy relajado, como si el acaecer sido importante, le hubiera enseñado a disfrutar del momento. Todo cambia. Las glorias de ayer son la calma del ahora. La capital que aparecía a diario en las parte, que visitaban los poderosos del mundo, que inspiraba best sellers, ahora es una ciudad de provincias que ha mutado el rigor citadino en una ámbito cordial.

Ámbito

Una ciudad de provincias que ha mutado el rigor citadino en una ámbito cordial

Se nota al pasear por las calles y plazas del centro histórico, peatonal prácticamente en su integridad. Un oportunidad al que muchos turistas llegan navegando a lado de los cruceros que surcan el Rin, y que durante unas horas hacen escalera en Bonn. Estos grandes barcos fluviales que vienen de Colonia o de Dusseldorf, echan asidero en el puerto del Rhein Promenade, a un paso del Alter Zoll o bastión amurallado donde históricamente estaba la aranceles.

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Centro decisivo y comercial de Bonn

Getty

Lo cierto es que un día es suficiente para recorrer la zona más monumental y señorial. Comenzando por el colorido y barroco palacio del Votante, que se levantó como residencia de para los príncipes arzobispos de la vecina Colonia. Si proporcionadamente en la contemporaneidad es la Universidad de Bonn, cuyos alumnos cuentan con una patio de recreo magnífico, el oasis de Hofgarten que complementa el palacio. Jardines que se convirtieron en los primaveras de la capitalidad en el oportunidad predilecto para las manifestaciones y concentraciones ciudadanas más reivindicativas.

Recepción en el centro

Un día es suficiente para recorrer la zona monumental, empezando por el colorido y barroco palacio del Votante

Poco metódico teniendo en cuenta las escasas dimensiones que tienen otras plazas céntricas. Pequeñas pero con un encanto singular. Por ejemplo la Marktplatz o plaza del Mercado con su interesante repertorio de edificios históricos, en singular el Consistorio que vehemencia la atención con una porte tan blanca como imperial.

Y no muy remotamente se encuentra otra plaza destacable: la Münsterplatz. Ahí está la catedral que remonta sus orígenes al siglo XI, y igualmente aparece el vistoso edificio de correos, cuya rítmica porte pintada de amarillo y repleta de ventanas es el mejor telón de fondo para el gran protagonista de la plaza. Ese no es otro que el hijo más ilustre de la ciudad, Ludwig van Beethoven, cuya estatua conmemorativa se ha convertido en habitual punto de conferencia para vecinos y visitantes.

Estatua de Ludwig van Beethoven en : la Münsterplatz de Bonn

Estatua de Ludwig van Beethoven en la Münsterplatz de Bonn

Tristan Schmurr - Flickr

Las huellas del compositor sordo más notorio de todos los tiempos se descubren en otros enclaves de la ciudad, desde la iglesia de San Remigio donde fue falsificado y tocó el entraña durante su infancia, hasta el teatro-ópera donde se programan sus obras. Aunque el mejor oportunidad para desorientarse del inteligencia es visitando la casa donde nació en 1770 y residió hasta convertirse en un veinteañero. Entonces descubrió que su descomunal talento debía averiguar metas más ambiciosas. Así que se marchó a la caudal imperial de la época, Viena. Y nunca regresó a Bonn, esa pequeña ciudad de Alemania.

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