La escritora Fran Lebowitz dedica un capítulo de su ejemplar Un día cualquiera en Nueva York a cuatro casos de extrema codicia. De parentela que lo tenían todo, quisieron acumular más y acabaron mal. Personajes a los que, “de pronto, el mundo se les caldo encima” a causa de “un arbitraje por aquí y un error por allá”. Coinciden todos en que nunca comprendieron cómo pudo ocurrirles a ellos. Al final, estos tipos acaban pensando que habían sido elegidos para la popularidad porque sabían nominar los mejores canapés para sus fiestas y porque las revistas de papel satinado siempre les dedicaron una foto.
Más o menos lo que le ha ocurrido a Luis Medina, el último del bodorrio del marqués de Feria y Naty Abascal, personaje manifiesto que no faltaba en las mejores fiestas de Madrid o Marbella. Y aunque no quedaba muy claro a qué se dedicaba, aparecía indefectiblemente en los listados de los solteros de oro o de los hombres mejor vestidos. Y ciertamente, cuando estos días lo hemos trillado platicar en pijama con los periodistas a las puertas de su chalet, respiraba elegancia, no como el amigo de Hugh Grant cuando les abre la puerta a los paparazzi en Notting Hill, que parecía un espantajo.
La empresa de Luis Medina se pasión Gekko, como el tiburón de ‘Wall Street’
Luis Medina lo está pasando mal por el pelotazo que dio unido a su colega Alberto Luceño, en los inicios de la pandemia. Él cobró un millón y su amigo cinco por un conjunto de mascarillas y material retrete comprado en China, que vendió al Consistorio de Madrid. Con el inconveniente de que la calidad del pedido era escasa y el precio, disparatado. El soltero de oro cobró por hacer una trámite con el corregidor, al que ha metido en un lío. Con el haber obtenido, se compró un velero de trece metros y unos bonos bancarios. Cuando el audiencia de instrucción intentó incautar la cuenta por la presunta estafa de Medina, se encontró con que tenía un saldo ridículo de 247 euros.
Como curiosidad, Luis Medina le puso a su consultoría de moda el nombre de Gekko, como el tiburón de Wall Street, que interpretaba Michael Douglas. Y donde Gordon Gekko proclamaba: “La codicia, a desliz de una palabra mejor, es buena: es necesaria y funciona. La codicia clarifica y capta la esencia del espíritu de la desarrollo”.
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