No resulta dócil balbucir mal de Winston Churchill (1874-1965). Cuando la Wehrmacht alemana ya había conquistado media Europa, y frente a unos Estados Unidos que por el momento se negaban a intervenir, fue él quien salvó a Gran Bretaña de la catástrofe.
Ya era primer ministro en 1940, cuando buena parte de la clase política británica, incluido algún miembro de su propio gobierno, empezaba a presionar para una salida negociada. No era para menos, pues la Fuerza Expedicionaria Británica estaba asediada en Dunkerque, y en serio peligro de ser aplastada por la aviación alemana. El país podía perder al abultado de su ejército.
“No puedes razonar con un tigre cuando tu cabecera está metida en su boca”. Supuestamente, esto le espetó Churchill al vizconde Halifax cuando este le propuso la rendición. Al menos, así se refleja en la película El instante más indeterminado (2017), un biopic apologético del premier. No importa que probablemente la cita no sea suya, pues para el divulgado aceptablemente podría serlo.
Como atestiguó Nigel Rees, un escritor anglosajón que ha estudiado las citas atribuidas a personajes históricos, hay muchas frases erróneamente imputadas a Churchill. Existe un selecto clan de personajes a quienes la historia envuelve con una aureola de autoridad, tan extenso, que se ponen en sus labios cosas que nunca dijeron: frases épicas, consejos oportunos o agudas advertencias que encajan perfectamente con el relato del personaje que la historia ha impuesto. Churchill, sin duda, es uno de ellos.
En contraposición, hay un buen número de comentarios racistas que sí que son suyos, pero que son menos conocidos. Son las páginas más incómodas de la carrera de un hombre que, al fin y al extremidad, era un producto de la aristocracia inglesa.
Producto del Imperio
Churchill se educó en los títulos heredados del imperialismo victoriano. En su interpretación más light, abogó por la superioridad de la raza blanca, justificando así la permanencia del Imperio anglosajón, que en torno a los abriles cuarenta ya empezaba a mostrar signos de decadencia. En su interpretación más cruda, coqueteó con lo peor del darwinismo social.
En la India, muchos recuerdan con horror la hambruna de Luminaria en 1943, uno de los episodios más controvertidos de la carrera del premier. En plena Segunda Pelea Mundial, frente a el temor de una invasión japonesa de la India, muchos acusan a Churchill de tener ignorado los quebrantos de la población nativa. Mientras se priorizaba la exportación de materia prima para el esfuerzo militarista y para la metrópoli, tres millones de indios murieron de inanición.
El debate sigue extenso, sobre todo en Gran Bretaña. El historiador Andrew Roberts, autor de una completísima carrera sobre Churchill, no duda en salir en su defensa cada vez que alguno pretende explotar lo peor de él. En cambio, a otros historiadores como Geoffrey Wheatcroft no les tiembla el pulso a la hora de tildarlo de racista.
Sea como sea, hay un discurso que sí es suyo, que es el que realizó frente a el Parlamento anglosajón el 4 de junio de 1940. “Pelearemos en las playas” o “en la vida nos rendiremos”, son frases cuyo eco sigue resonando décadas posteriormente de pronunciarse. Entonces, ¿cómo establecer por racista a un hombre que fue secreto en la derrota del nazismo?
Como dijo en un artículo el periodista del New York Times Peter Baker, la secreto radica en que ni Roberts ni Wheatcroft se contradicen el uno al otro. Más aceptablemente muestran dos caras distintas del mismo hombre. Por ello, no está de más por una vez excluir lo bueno y memorar algunas de las citas menos aceptables de Churchill.
10 citas1“Las naciones bárbaras (…) amenazan a las naciones civilizadas (…). La población romanza está destinada a triunfar”.
2"No admito, por ejemplo, que se haya hecho un gran mal a los indios pieles rojas de América o a la clan negra de Australia. No admito que se haya hecho un mal a esta clan por el hecho de que una raza más robusto, una raza de porción superior, una raza más sabia, por decirlo de alguna guisa, haya entrado y tomado su circunscripción”.
3“Odio a las personas con fanales rasgados y coletas. No me gusta su aspecto ni cómo huelen, pero supongo que no pasa ausencia por echarles un vistazo”.
4“Creo que tendremos que tomar el control de los chinos y regularlos. Creo que a medida que las naciones civilizadas se vuelvan más poderosas se volverán más despiadadas, y llegará el momento en que el mundo ya no soportará con paciencia la existencia de grandes naciones bárbaras que en cualquier momento pueden armarse y amenazar a las naciones civilizadas. Creo en la partición definitiva de China, quiero asegurar definitiva”.
5“Estoy firmemente a amparo de usar gas venenoso contra las tribus incivilizadas. El meta casto sería tan bueno que la pérdida de vidas se reduciría al reducido. No es necesario utilizar solo los gases más mortíferos: se pueden utilizar gases que causen grandes molestias y siembren un terror auténtico y, sin incautación, no dejen existencias permanentes graves en la mayoría de los afectados”.
6“No creo que los negros sean tan capaces o eficientes como los blancos”.
7“Si me enfrentamiento con un hombre enojado y es un tipo educado y civilizado, no tengo ningún resentimiento en torno a él”.
8Sobre los árabes: “Son una manifestación más mengua” que los judíos, “raza de porción superior” en comparación con las “grandes hordas del islam”.
9“Persistir Inglaterra blanca”: el eslogan de campaña que propuso en 1955.
10Sobre los indios: “Un pueblo vándalo con una religión vándalo” y “se reproducen como conejos”.
Publicar un comentario