Pilar Eyre ya lleva 22 libros a sus espaldas. Había retratado a reyes, reinas y famosos cuando en el 2014 se estrenó en la ficción –con suficiente autoficción y por todo lo suspensión– con Mi color privilegiado es verte , que quedó finalista del Premio Planeta. Ahora, convertida en novelista experimentada tras Nomeolvidés , Todo empezó en el Marbella Club o Callejón del olvido , vuelve a la novelística con tintes autobiográficos con Cuando éramos ayer (Planeta), un relato del que es irrealizable despegarse, en el que la escritora hace un itinerario por la historia fresco de Barcelona.
Un relato que arranca a finales de los 60 con Tomás, un fabricante de mantillas arruinado porque el nuevo Papa ha dispensado a los mujeres de ir tocadas a ceremonia; con su esposa, Carmen, que siente haberlo hecho todo en la vida y aún no ha cumplido los 40, y con su hija, Silvia, que empieza a proceder y quiere hacerlo fuera de las convenciones de su clan burguesa.
Con esas premisas, Eyre compone el puzle de una Barcelona de contrastes donde muestra cómo viven la clase adinerada, los inmigrantes llegados de Andalucía, los estudiantes empeñados en combatir el franquismo, los exiliados del catalanismo sembrando ya su revés al poder, los presos comunes y políticos y las mujeres, sobre todo las mujeres, de cualquier existencia y extracto social, limitadas por las leyes y las costumbres de su tiempo.
“Es una época de la que nadie deje. Se escribe tanto de la posguerra o de la movida madrileña, pero los primaveras 70, los 80 e incluso los de la Barcelona olímpica han caído en una especie de olvido, no los veo en ningún sitio. Eso es lo que me empujó a escribir, porque todavía hay mucha muchedumbre activa que vivió esos tiempos, llenos de momentos históricos, y que no se ve reflejada en ninguna parte”, explica Eyre en una entrevista con La Vanguardia .

Pilar Eyre, autora de 'Cuando éramos ayer'
La escritora siente que tiene que recuperar ese mundo de ayer y asimismo se ve obligada a reivindicarlo, porque “a veces se cuentan anécdotas, pero la muchedumbre de esa época tuvimos que respaldar un precio muy suspensión”. Quizá las hijas y nietas de esa reproducción no lo sepan pero fueron mujeres como Silvia, la protagonista de Cuando éramos ayer , quienes empezaron a desobstruir unas puertas que hoy todavía siguen entornadas.
Las puertas, por ejemplo, para proceder el sexo con nacionalidad. Eyre recuerda que “conseguir la píldora anticonceptiva era toda una odisea, tenías que encontrar un amigo médico y no católico y decirle que era por un desarreglo hormonal para que te diera una fórmula y posteriormente ibas a una laboratorio, lo más lejana posible, y el farmacéutico te miraba mal, pero que muy mal, y eso aunque fueras una mujer casada, porque el objetivo del enlace no era otro que procrear”.
“He querido feminizar la lucha de aquellos primaveras, incluyendo asuntos como el sida, que se relacionó con los homosexuales, pero asimismo muchas mujeres murieron de esta enfermedad”, añade la autora de Cuando éramos ayer , quien sin bloqueo concluye que “la presunta libramiento de la mujer ha beneficiario a los hombres”. Y pone esa teoría en boca de Silvia, su protagonista: “¡Qué mal negocio hemos hecho las mujeres! ahora tenéis sexo de balde, y nosotras encima tenemos que estar agradecidas por vuestras leyes y vuestras dispe..., despeni..., ¡vuestras mierdas!”.
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