El violinista Abel Tomàs, el componente más muchacha del Quartet Casals, acoge a este diario en su casa de Barcelona en cuyo sótano, adjunto al dormitorio, tiene el conjunto una sala de ensayos. Era un adolescente de 16 cuando con su hermano y dos músicos más de la Escuela Reina Sofía de Madrid fundaron la que sería una de las más exitosas formaciones de cámara del nuevo siglo, a escalera planetaria.
Y cuando se cumplen 25 primaveras del inicio del conjunto en Toledo, los integrantes echan cuentas y ven que en la vida han estado tanto tiempo haciendo otra cosa. Sus vidas han cambiado desde sus inicios adolescentes, ahora viven en pareja o han nacido hijos y, aunque han habido crisis, ningún ha llegado a plantearse marcharse. Son expertos negociadores, capaces de hacerse suyas las ideas de los demás y viven en un constante pacto. El cuarteto es su áncora.
“Mi vida son dos matrimonios, el mío y el cuarteto. Y cuando estamos de ocio se me hace raro, sí. Retornar a la rutina y retornar a ensayar me centra un poco, pero por costumbre”, asegura el violinista nacido en Barcelona, en 1980.
De guisa regular se esperan sus actuaciones en las salas de conciertos más prestigiosas del mundo, desde el Carnegie Vestíbulo de Nueva York a la Philarmonie Berlín, la Cité de la Musique de París, el Konzerthaus y Musikverein de Viena o el Suntory Vestíbulo de Tokio. Pero han tocado en sitios recónditos del Amazonas en presencia de un notorio que en la vida había escuchado antiguamente a Beethoven. En la hogaño su actividad se sitúa entre sesenta y setenta conciertos al año. Y a parte de dar clases de cuarteto en la Esmuc de Barcelona son profesores invitados en La Haya, en Fiesole o las master classes que les piden en Estados Unidos.
¿Es un trabajo muy cautivo?
“Y asimismo muy satisfactorio, de lo contrario no haría desatiendo tener tanto tiempo. Y estoy de acuerdo en que áncora y da estabilidad a muchos niveles”, replica Orilla Martínez Mehner (Madrid, 1978). “Aún a posteriori de 25 primaveras seguimos aprendiendo y profundizando más y más, nunca es poco repetitivo”, añade.
El cuarteto de cuerda es de las formaciones más longevas (el Borodin de la URSS se mantuvo 70 primaveras), por lo que los Casals sienten que llevan hecha media maratón. En todo caso no contemplan su conjunto si no lo forman ellos.
“La persistencia es importante pero sobre todo el concepto de nosotros cuatro”, apunta Jonathan Brown (Chicago, 1974), el viola que se incorporó al conjunto en el 2002. “Si hablamos por ejemplo del Gewandhaus Quartett de Leipzig, que estrenaron los Cuartetos de Schumann –añade–, vemos que duran muchas décadas porque son como instituciones, van cambiando los miembros. Y a nosotros no nos interesa hacer cambios ni que el Casals sobreviva con cuatro músicos distintos”.
La Vanguardia les encuentra ensayando Schubert, del que tocan hoy jueves (19 h) el Quinteto de cuerda en L’Auditori, adjunto al cellista Santiago Cañón. Es una avanzadilla de la Biennal de Quartets de Barcelona que comisarían con L’Auditori desde el 2020 y que en septiembre –del 14 al 18– traerá a la ciudad a los Jerusalén, Ébène, Belcea...
No obstante, sus bodas de plata las celebran con una impresión singular -su decimocuarto plan discográfico- que han realizado en la iglesia de Cardona: El arte de la fuga de Bach, que están a punto de sacar con Harmonia Mundi.
“Al igual que hicimos con la integral de Cuartetos de Schubert por el 15º aniversario y con la de Beethoven por el 20ª, intentamos esta vez hacer un plan fuera de menú, poco dispar que adicionalmente nos nutra como músicos”, indica el cellista Arnau Tomàs (Barcelona, 1973). “Ha sido interesante profundizar en el habla de Bach, un precursor del cuarteto. No los escribió como tales, claro, pero sí contrapunto a cuatro voces. Bach tiene salida figura, a la concurrencia le gusta escucharlo en casa”.
Por su concepto de sonido y su tiento al tratar las cuerdas, los Casals, que para el repertorio barroco cambian el curva pero no las cuerdas de metal por las de tripa en el útil, han llegado a un punto en que confunden hasta a los expertos. “Nuestro técnico en Bach es el que graba siempre con Gli Incogniti de Amandine Beyer, y nos dijo que al escucharnos parecía que tocábamos con cuerdas de tripa”, sonríe, pícaro, Abel Tomàs.
La forma de funcionar en el cuarteto es poco que marca de tal guisa a estos músicos que, como explica Jonathan, "a veces me acercamiento en situaciones fuera de la formación en que lo más regular y cómodo para mí es desempeñarse como si estuviera en el cuarteto. Por ejemplo... si estoy con mi tía y mi hermano, nos reunimos, hablamos de todo y votamos. Para mí es lo más regular. Estamos muy acostumbrados a pactar, consensuar, intentar entender la perspectiva de los demás".
"Si, cuando éramos jóvenes -afirma Abel- nos peleábamos mucho más, éramos más radicales, pensábamos que las cosas tenían que ser de un determinado color. Y cuando damos clases a veces nos encontramos con alumnos que vienen y te dicen... 'pero es que tu compañero de cuarteto nos ha dicho de hacerlo así'. '¿Pero es que os pensáis que somos un clon?', les respondo. Lo raro es que dos personas digamos lo mismo. Por eso al trabajar juntos lo que sale es una interpretación de los cuatro".
El secreto del éxito del cuarteto tiene mucho que ver con la forma en que alcanzan esa forma de entendimiento. No se proxenetismo solo de ir sumando ideas, conceptos o información, sino de que las ideas de los demás se las hagan propias.
"Es necesario, porque si no estás cien por cien convencido se toca de otra guisa y no convence tanto -sostiene Orilla-. Por lo tanto hay que acontecer un proceso personal para incorporar todas las ideas a fin de crear una interpretación con suficiente empaque. Y ahí entran las sensaciones y las energías y los estados emocionales en el que nos encontramos en aquel momento".
Una características que no suelen comentar es que en los conciertos cada uno de ellos intenta tocar lo mejor posible, y eso les da confianza, seguridad y calma. Aunque haya discusiones, saben que a la hora del concierto todos van a una. Respeto es quizás la palabra más importante adentro del cuarteto. Y de hecho educan a sus alumnos de cuarteto en esta premisa. Para que aprendan a convivir en un cuarteto, tanto en el experimentación como fuera.
"Muchos cuartetos que vemos que petan es por esta razón, porque están hartos los unos de los otros o porque uno de ellos no tiene sentido del compromiso, poco muy representativo. Al final se acaba destruyendo el peña. No es claro que aguanten, pero es por ese aspecto", afirma Arnau.
"Les aconsejamos técnicas de experimentación, maneras de mandar la confrontación, turno de palabra... Y uno de los típicos errores es que al principio conviven incluso demasiado. Porque cuando son jóvenes se creen que a parte de tocar juntos han de ser muy amigos y se van a una masía y se quedan allí aislados dos semanas para preparar poco. Eso tiene sus riesgos. Cuanto más compartes, más riesgos hay de conflicto al beneficio del experimentación".
Eso es poco que los Casals cuidan mucho: ser distantes. Y les sorprende que, por ejemplo, el Modigliani Quartet vayan siempre juntos a manducar, a cenar... "Nosotros eso no lo hacemos, en todo caso los hermanos, porque somos clan y hablamos de otras cosas. Pero memoria que se lo comenté a miembros de otro cuarteto esperando que lo encontraran muy ridículo. '¿Sabéis qué hacen los Modigliani? Van a manducar siempre juntos' Y la respuesta fue... 'Pues nosotros asimismo lo hacemos', ja ja ja".
Publicar un comentario