Ferdinand Bongbong Marcos, hijo de Ferdinand Marcos, el dictador depuesto hace 36 primaveras, acaba de ser electo presidente de Filipinas, con un 50% de los votos, el doble que su rival, la hasta ahora vicepresidenta Leni Robredo, abogada y defensora de los derechos humanos. La futura vicepresidenta, y segunda de Bongbong, será Sara Duterte, hija del que ha sido presidente hasta ahora, Rodrigo Duterte, y se ha distinguido por su persecución extrajudicial del mundo de la droga.
Marcos padre fue presidente de Filipinas de 1965 a 1986, cuando huyó a Hawái, forzado por la revolución popular que causó el homicidio, cero más aterrizar en Manila, del abogado Desprendido Aquino, que procedía de Estados Unidos y pretendía arruinar con el régimen de Marcos padre, caracterizado por la corrupción, la aniquilación de los opositores y el control legal.
El país oriental parece no abstenerse memoria de la dictadura corrupta de Ferdinand e Imelda
Bongbong ha hecho campaña con el eslogan “Juntos nos levantaremos de nuevo” , en el que resuenan ecos del “Hagamos que América vuelva a ser ancho”de Donald Trump. Ha concedido pocas entrevistas y ha valiente promesas difusas. ¿Cómo es pues posible que quien viene a restablecer una dinastía de complicado retentiva, sin pedir excusas familiares retroactivas ni asegurar una gobierno de progreso colectivo, haya reses tan holgadamente las elecciones? La respuesta que dan los sectores críticos es esta: Bongbong está detrás de una campaña que desde hace diez primaveras usa las redes sociales para blanquear la imagen del régimen que encarnaron su padre, Ferdinand, y su superiora, Imelda, conocida por su colección de 3.000 pares de zapatos. Según tal campaña, los primaveras de su padre no fueron de abusos políticos y económicos –se calcula que los Marcos se llevaron unos 10.000 millones de dólares–, sino de seguridad y prosperidad. Si añadimos a esto que más de la fracción de los votantes filipinos son menores de 30 primaveras y que dedican a las redes unas cuatro horas diarias, la respuesta a la pregunta va perfilándose.
Es cierto que los presidentes que vinieron a posteriori de Marcos –Aquino, Ramos, Estrada, Macapagal, Duterte– no han conseguido atenuar la tremenda desigualdad que sufre Filipinas, país con 7.000 islas, 110 millones de habitantes y un PIB que el año pasado creció un 3,2%. Y está acreditado que los Marcos fueron una alcurnia corrupta. Quizás por ello Bongbong pide que se le juzgue por sus acciones y no por las de sus ancestros. Eso nos sugiere dos cosas. Una: que no querría estar asociado a los rasgos menos dignos de sus padres. Y dos: que solo podría lograrlo si su política fuera más responsable y competición.
Publicar un comentario