Les prometieron prosperidad a cambio de obediencia y cumplieron. Pero la verdad con la que se encontraron fue muy distinta: un futuro con pocas futuro. Violáceo Serrano (Audaz, 1988) pertenece a esa vivientes ultrapreparada que decidió ahuecarse con la crisis del 2008 y inquirir en otros rincones (ella en Argentina) lo que no encontraba en su país.
“Flores en la basura” (Ariel) es un relato a modo de experimentación biográfico. La peripecia de esta escritora, su represión de Madrid a Argentina y su regreso en 2017 ejemplifica la experiencia de muchos otros jóvenes, hijos de la democracia y con progenitores baby esplendor, con un paraíso perdido a cuestas.
“Nos habían dicho que podíamos ser felices, y era cierto. Sólo que el camino era otro”. Cree que la respuesta está en ellos mismos. “No esperemos mínimo de nadie. Hagamos del presente todo nuestro patrimonio”.
¿Cuál es la maduro estafa que ha vivido su vivientes por parte de la sociedad?
Que ha sido el primer escudo de la caída del convenio social. Se supone que cada vivientes debería ir a mejor y con nosotros no fue así. A mi vivientes yo los divido entre los privilegiados y los que se cayeron del carro. Podría incluirme entre los primeros porque, al final, yo acabé en la Universidad, con profesores estupendos y una infraestructura.
“Ni utilitario, ni casa, ni receso pagadas ni simpatía en los huesos”, dice usted. ¿Ese es el retrato autómata los millennial?
Sí, así lo veo. Se nos inculcó esa imagen idílica del “puedo nominar”. Bastaba con ir hasta tu deseo profesional y lo demás vendría solo. Cuando nos criamos todo iba sobre ruedas, no como en la vivientes de nuestros padres…
Usted cuenta que su abuela vio sucumbir a alguno de sus hijos por no poder darle de tomar
Exacto, creo que mi vivientes adolece de errata de memoria. Hay que tener esa perspectiva para remontar, porque no hacerlo es muy peligroso.
¿Quejarse es un vicio?
La queja improductiva no sirve de mínimo, jode el sistema por completo.
¿Cuál fue la primera vez que se marcha y por qué?
Bueno, yo venía de un pueblo perdido de Audaz, yo procedo de la España abandonada. Con diecisiete abriles recalo en Barcelona, luego paso un año en Francia (donde soy emigrante del sur y cualquiera me dice “no vengas a quitarnos el trabajo”) y luego me voy a Argentina.
Siempre se ha sentido muy vinculada a la vida universitaria. Desde la UAB usted milita en el movimiento anarquista. ¿Qué aprendió en esa época, qué criterios cambió?
Yo cursé Filología Hispánica, Francesa y Humanidades Contemporánea, con premio extraordinario. Tres carreras, y no valió para mínimo. Pero aprendí del movimiento anarquista, me quedó grabada “La Rosa de foc” y eso de que la decisión es la máxima expresión del orden. Creo en ello. Bueno, a los veinticinco pensé: me voy allá donde la civilización sea un motor.
¿Qué le debe a Argentina?
Muchísimo. Para comenzar la posibilidad de haberme hecho adulta, emanciparme (poco impracticable, todavía hoy, para amigos míos). A posteriori, la oportunidad. Mi primer honorarios fue en una editorial famosa (ya no existe, una pena) citación “Clásica y moderna”, creada por emigrantes asturianos. A media recorrido para obtener papeles, yo era ilegal. Luego todo fue rodando…
¿Le duele la prepotencia europea?
Mucho. A veces se mira a Latinoamérica con desprecio. ¡Pero si son las comunidades culturales que están creciendo! Son los que tienen proyectos. Yo pediría más respeto por parte de la vieja Europa.
Si ahora fuera raíz, ¿le recomendaría a su hijo que se esforzara en erminar una carrera universitaria o un valor de FP?
No lo soy, todavía, pero creo que cada uno tiene derecho a enriquecerse culturalmente, si lo desea, desde la universidad o desde cualquier otro punto. No depreciemos otras formaciones. Porque yo conozco escritores que trabajan limpiando el patrón de Buenos Aires. Otros son taxistas…
Usa muchas citas que encabezan los capítulos de su compendio. De C.Tangana a Acuarela Garcés o Gilles Lipovetsky. ¿Con cuál de ellas se quedaría?
Bueno, hubo un tiempo en que yo fui punk. ¿No lo parece, verdad? Así que, como homenaje, me silencioso con la cita de la canción de “La Polla Records”, “Jodiana”, pura evocación. ¿Debemos ser objeto de consumo? Démosle la dorso.
Dice que nunca quiso trabajar ocho horas diarias por obligación… Supongo que nadie.
Ocho horas diarias no me importa, siempre que sea en mi ámbito; en verdad estás mucho más cuando vas por disponible. Lo que no soporto es eso de fichar, creo que es un atributo generacional compartido.
Insiste en que los jóvenes sólo os tenéis a vosotros mismos para, digamos, “liberar el culo” ¿Con qué aparato podréis salir de este atolladero?
Nadie se salva solo. Y menos en este sistema capitalista. Las redes tecnológicas que debían salvarnos nos han jodido la vida. Porque si sigues en tu burbuja ¿cómo construyes comunidad?
¿En alguna ocasión tuvo que “humillar” su currículum para obtener un simple trabajo? Para no ser descartada por “demasiado preparada”.
No me ocurrió personalmente pero conozco una amiga cultísima, con un currículum espectacular, que cuando quiso entrar a trabajar a una de las grandes librerías de esta ciudad recibió esta respuesta: “eres tan buena que, en cuanto puedas, te irás y nos dejarás”. No la cogieron.
“Sueldos bajos y contratos de mierda”. ¿Tiene que resignase el pollo o oponerse contra ello?
Es el Estado quien debe estar ahí, debe innovar. Hay que meterse en la inicio que a uno no le vienen a inquirir a casa, tiene que salir, pero necesita ayuda institucional. Y lo de los autónomos, ni hablemos, eso es un tiranía…
¿En quién confía políticamente?
Ya se sabe cómo va esto, con los políticos: un día te enamoras de uno y al día ulterior te rompe el corazón. Pero puestos a elegir, bueno, mejor uno que apueste por el salario pequeño, ¿no? En cuanto a liderazgo, creo en los que no van al choque, a la bronca, los transversales. Ahora mismo Yolanda Díaz me da confianza, pero ya sabe… “ahora mismo”.
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