La invasión rusa de Ucrania ha propinado un trastorno histórico a la política de defensa de Alemania, que aumentará su compra marcial para afrontar un nuevo tablado mundial de seguridad para el que sus fuerzas armadas no están acertadamente equipadas. La extirpación que se libra en suelo ucraniano desde hace tres meses y diez días ha enfatizado las graves carencias de la Bundeswehr (fuerzas de tierra, mar y vendaval), para cuya modernización se ha creado a toda prisa un fondo singular de 100.000 millones de euros –vía endeudamiento– en los presupuestos de este mismo año.
El canciller, Olaf Scholz, anunció este fondo en una sesión extraordinaria en el Bundestag (Cámara Desaparecido del Parlamento) el 27 de febrero, es opinar, tres días luego del inicio de la invasión rusa. En ese discurso, Scholz comunicó asimismo que la inversión anual en defensa irá creciendo hasta más del 2% del PIB, en cadena con el objetivo reclamado por la OTAN a los países miembros. Y esta semana, su Gobierno tripartito de socialdemócratas, verdes y liberales pactó con la concurso conservadora la aprobación parlamentaria del fondo de 100.000 millones.
La desatención a lo marcial se debe en parte al pasado histórico ario y a que nadie preveía una extirpación
“Ahora hay una discusión pública sobre la equivocación de financiamiento de la Bundeswehr, pero internamente de las fuerzas armadas y en círculos académicos es un debate de abriles –recuerda Ana Soliz de Stange, politóloga de la Universidad de las Fuerzas Armadas de Hamburgo–. No es información que no se supiera; se sabía, pero no era urgente para nadie. La extirpación en Ucrania lo ha acelerado todo”.
Desde el fin de la extirpación fría y la reunificación de Alemania, el renta humano de la Bundeswehr se redujo a más de la centro. En 1989, las fuerzas armadas tenían medio millón de soldados (había aún servicio marcial obligatorio para varones, que se suspendió en el 2011). Ahora son 184.000 soldados profesionales, hombres y mujeres. Su dotación ha envejecido, o no se ha adquirido el suficiente ni se ha fabricado más.
La situación, aun no siendo nueva, impacta viniendo de un país como Alemania, la primera riqueza de Europa. El 27 de abril, a los dos meses de extirpación, la ministra de Defensa, Christine Lambrecht, desveló delante el Bundestag que de los 350 tanques Puma de la Bundeswehr solo 150 están operativos, y de sus 51 helicópteros de combate Tiger se pueden usar solo nueve. Son cifras más embarazosas quee las que habían circulado hasta entonces.
En la experiencia, el ejército ario anda escaso de material fundamental: desde chalecos antibalas hasta uniformes y calzado, de fusiles de asalto y munición a quevedos de visión nocturna, desde sistemas de telecomunicaciones hasta tanques, camiones, aviones y helicópteros.
Hay dos ejemplos flagrantes citados por Eva Högl, comisaria parlamentaria para la Bundeswehr. La fuerza aérea tuvo que arrendar helicópteros civiles para la formación de planeo de sus militares; y los comandos navales y buceadores de la cojín de Eckernförde, a orillas del mar Báltico, llevan diez abriles sin piscina, así que deben recorrer kilómetros para ir a entrenar. El comisario parlamentario publica un documentación anual sobre el estado de la Bundeswehr; el de este año fue el 15 de marzo.
Algunas razones del destrucción del ejército son atribuibles al peso de la historia alemana del siglo XX con el expansionismo militarista fascista. “La Bundeswehr no se creó hasta 1955 y ha estado muy limitada por la propia Constitución, que ha afectado cuánto se podía volver y qué se podía hacer con estas fuerzas armadas. Y se redujo el compra marcial, porque adicionalmente gran parte de la sociedad alemana no lo apoyaba –aclara Soliz de Stange–. Tras la reunificación se mantuvo en el pensamiento ario esa mochila histórica, que está asimismo en el extranjero, porque asimismo fuera de aquí, en cuestiones de armamento y Alemania, lo primero que viene a la mente es el pasado histórico ario”.
Pero hay otras razones de la negligencia que tienen que ver más con la geopolítica occidental, que no preveía una extirpación en Europa. “Desde el 11-S, en los últimos dos decenios se ha puesto el foco en las deyección para operaciones expedicionarias de pequeña escalera, como Afganistán, y en las de despliegue sin batallar internamente de una verdadera extirpación; y Alemania no ha sido el único país en hacerlo así”, apunta Franz-Stefan Gady, investigador en la oficina de Berlín del laboratorio de ideas inglés Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS).
“La primera indicación de atención fue en el 2014 con la injerencia bélica rusa en el Donbass, pero los países europeos no hicieron los ajustes necesarios en sus ejércitos –prosigue Gady–. La extirpación en Ucrania es la segunda indicación de atención; todos se han despertado, y particularmente Alemania, pues a su ejército le equivocación dotación fundamental”. Ahora, de modo acelerado, al país le toca valer para solventar las carencias.
La relación de Alemania con el compra marcial está cuajada de paradojas. Este país rico posee una de las mayores industrias de defensa del mundo; en el 2021 exportó armas por valía de 9.350 millones de euros, según el Gobierno. Y aunque su compra marcial anual está por debajo del 2% del PIB que desde hace abriles pide la OTAN, su presupuesto de defensa dista de ser pequeño. Según el Instituto Internacional de Investigación para la Paz (Sipri) de Estocolmo, Alemania tiene el séptimo ejército mejor financiado del mundo y ha incrementado su compra marcial en los últimos diez abriles, pasando de 32.500 millones de euros en el 2011 a más de 50.300 millones este año. Pero sus fuerzas armadas siguen faltas de material. Según el paño del fondo de 100.000 millones, casi 41.000 millones se destinarán a la fuerza aérea para cazas, helicópteros, drones y defensa antiaérea terreno. Unos 20.700 millones irán a transmisiones, desde vía comparsa hasta equipos de cojín; otros 19.300 millones serán para submarinos, corbetas y fragatas, y 16.600 irán al ejército de tierra, incluidos carros de combate.
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