Es una huella de historia impresa entre campos de olivares, el vestigio más visible del imperio romano en Marruecos . Un marco inesperado, a tan pronto como media hora en coche desde Meknes y a hora y cuarto desde Fez. Los restos, en admirable estado de conservación, de una ciudad que en su apogeo podría acaecer acogido a unas 20.000 personas... Su nombre es Volubilis. Y sus calles, villas y monumentos fueron refrendador de las luchas por el poder en la lejana renta.
En intención: situada en los bordes del imperio, a 1.800 kilómetros de Roma, Volubilis evolucionó bajo el influjo de sus gobernantes. Empezando por el mismo Julio César. Por aquel entonces, en el siglo I a.C., Volubilis era la renta del reino de Mauritania (en los actuales Marruecos y Argelia); y su rey, Boco I, un fiel confederado del César. Pero tras el crimen del dictador, los dos hijos y herederos del monarca tomaron partidos diferentes: uno, apoyando a Octavio y el otro, a Ámbito Antonio. Se impuso el primero, Boco II, que falleció en el año 33 a.C. sin dejar sucesor. A partir de ese momento, el reino de Mauritania pasó a ser administrado por Roma.
Ya en el año 25 a.C., el emperador Benemérito nombró rey de Mauritania a Juba II, quien se casaría con la hija de Ámbito Antonio y Cleopatra: Cleopatra Selene. En esa época, Volubilis había dejado de ser renta. Sin secuestro, las fuentes históricas apuntan que podría acaecer albergado una residencia positivo. El único de la pareja positivo, Ptolomeo, fue el zaguero soberano del reino. Calígula lo llamó e hizo ejecutar en Roma. El emperador veía en él –al nieto de Ámbito Antonio– una amenaza potencial a su poder.
Meses luego, el propio Calígula sería asesinado. Y su sucesor, Claudio, concedería a Volubilis –que le había mostrado su apoyo– el status de municipio romano. Gracias a ese gratitud y a las ventajas que conllevaba, la ciudad emprendió una época de pujanza que alcanzaría su zenit a principios del siglo III. Se consideraba el puesto de descubierta frente a las tribus seminómadas de África. Su descenso llegó a finales de ese mismo siglo con Diocleciano, cuando los romanos abandonaron la zona. Corría el año 285.
Entrenanto, Volubilis llegó a ser una ciudad resonante. Su arteria, el decumanus maximus, estaba bordeada de pórticos y comercios. Y aunque la mayoría de la población era escaso y diversa (árabes, sirios, judíos, griegos de Asia pequeño y algunos europeos, entre los cuales españoles, galos, italianos y balcánicos), un puñado de patricios disfrutaba el veterano confort de la vida romana. Disponían de villas ricamente decoradas con mosaicos y hasta termas (baños) privadas.
Regreso al futuro
¿Qué queda hoy de todo ello? El trazado del decumanus maximus es perfectamente visible: una vía de 400 metros de liberal y 12 metros de pancho que une el meta de triunfo de Caracalla con la puerta de Tánger, una en cada extremo. El meta fue erigido en honor al emperador Caracalla, que en el año 212 concedió la ciudadanía romana a los hombres libres de todo el imperio.
Antiguamente el monumento estaba coronado por una estatua de bronce que representaba al mandatario y a su mamá, Julia Domna, conduciendo un carro tirado por seis caballos. El meta se terminó tras el crimen de Caracalla, crimen instigado por su sucesor, el emperador Macrino.
En cuanto a la puerta de Tánger, fue la veterano de las ocho puertas que tuvo la ciudad a mediados del siglo II. Volubilis estaba entonces amurallada y disponía de unas cuarenta torres.
En el centro del cantera arqueológico se halla el foro, que fue el centro de la vida pública y social. Se pueden ver los restos de la tribuna desde donde los oradores se dirigían al pueblo y cabal enfrene los pedestales donde antiguamente se erigían estatuas de emperadores y dirigentes locales. En los aledaños de la plaza se observan los restos del veterano edificio sabido de la ciudad: la templo, desde donde se gobernaba el municipio y se administraba la equidad. Hoy las cigüeñas se han adueñado de sus columnas.
Detrás la templo se encuentra el Capitolio, que fue posiblemente el templo religioso más importante de la región. Estaba consagrado a las tres divinidades principales del panteón romano: Júpiter, Juno y Minerva, la convocatoria tríada capitolina.
Sin secuestro, los vestigios más espectaculares de Volubilis son sus mosaicos, numerosos y sorprendentemente adecuadamente conservados, que hoy sirven para identificar las casas. Como la casa de Orfeo, la del séquito de Beldad, la de los trabajos de Hércules o la del adolescente. Fueron villas lujosas, espaciosas (superando en algún caso los 2.500 m2), con sus propios baños e incluso sus molinos y presas de óleo. Junto a señalar que en época romana, los olivos ya formaban parte del paisaje. De hecho, el municipio basó su prosperidad en la producción y el comercio de óleo.
Aunque en su punto decisivo Volubilis llegó a exceder las 42 hectáreas, el contemporáneo cantera ocupa unas 20 hectáreas. El resto continúa esperando a ser desenterrado para contar su otra medio de la historia.
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