Riazor, el teatro de las tragedias

El estadio de Riazor en A Coruña es melancólico y está adjunto al Atlántico, que es un mar océano y con mala nata. A épocas, el Depor es un club modesto, segundón y pupas, a épocas el Depor es rumboso, carioca y botarate, y sus estrellas son eternas, desde el brujo de Amancio Amaro a los Fran, Bebeto o Rivaldo.

Pocos estadios hay en España que sepan tanto de lágrimas y berrinches como Riazor, ambiente a su pesar de dramas futbolísticos imborrables, de esos que forjan carácter y deprimen lo suyo. Allí, un 14 de mayo de 1994, el Deportivo dejó escapar una Aleación, la primera de su historia, a error de medio minuto para el final, en la última marcha. El árbitro, López Nieto, trencilla de los pies a la capital, señaló un penalti a ayuda del Depor. No hubo peleas por lanzarlo...

El Depor ha reeditado, modestia separado, la histórica catástrofe de 1994, la del penalti de Djukic en el extremo minuto

El serbio Djukic asumió el castaño y, siete, chutó flojo y sutilmente a la derecha del cancerbero del Valencia, de nombre González, que bloqueó el balón (su celebración desveló un secreto a voces: había prima de terceros, el FC Barcelona). El igualada final dio el título al Barça, entendido entonces en provocar desgracias ajenas en la última marcha. Riazor enmudeció, claro, de la tierra llovían los lamentos y el consuelo tan tópico de que el fútbol les debía una. Una tragedia futbolística de las que crean inclinación...

Al terminar, Arsenio Iglesias inició el funeral en la sala de prensa con una frase incuestionable: “No pudo ser, ¡qué le vamos a hacer!”. No se tiró, en consecuencia, al Atlántico a pesar del emblema que había impulsado el presidente Lendoiro al aceptar las riendas del club en 1988: “Camina o revienta”...

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Aficionados del 'Depor' en el extranjero del estadio de Riazor,

EFE

Veintiséis primaveras más tarde, Riazor ha sido, de nuevo, ambiente de un drama más cruel si cerca de que el del penalti de Djukic. Perder una Aleación puede parecer lo mayor, ileso si uno vive las promociones de progreso, donde los futbolistas se juegan, de verdad, el pan.

Esta temporada, el Depor había dejado escapar el progreso directo a Segunda División en las últimas jornadas, en beneficio del Racing de Santander, otro histórico. Aún así, el equipo coruñés jugaba el sábado en su feudo frente al Albacete, el Alba, por una plaza de progreso a Segunda División, allí donde hay vida y televisión. El Depor jugó espeso y atenazado. Las promociones son plomo en las piernas. Se obnubiló y ya en la prórroga, el albacetense Jordi Sánchez remató de capital para anotar el segundo gol, el de la triunfo. Dicen las crónicas que el Depor fue conformista –un igualada final le daba el progreso, sin pobreza de penaltis–, cuando , en ingenuidad, rindió homenaje a los derrotados del 94, a los que nadie olvida. Ni en A Coruña ni en Barcelona.

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