“I sí vaig dir sí que vull sí” (“Y sí dije sí que quiero sí”. Joaquim Mallafré pone punto y final a la repaso integral de su traducción del Ulisses de James Joyce, el mítico ejemplar publicado ahora hace cien abriles. Para celebrar el Bloomsday –el 16 de junio y la alborada del 17 es cuando pasa la entusiasmo de la novelística– la Escola Bloom ha organizado en la Llibreria Calders una repaso de todo el ejemplar, de principio a fin, seguido, perplejidad incluida.
El final, a posteriori de casi treinta horas de repaso ininterrumpida, es un estallido de emoción, por sobrevenir llegado al final y por el hecho de igualmente de que sea el propio Mallafré quien lo lea, ya que fue el traductor que en 1981 publicó la primera traducción al catalán, y hasta hace muy poco la única. Míriam Cano y Borja Bagunyà, de la Bloom, están emocionados y rendidos, se abrazan y aplauden, y el divulgado en la anaquel los aplaude a ellos. Muchas horas sin sueño.
Casi treinta horas y una cincuentena de lectores han pasado por este homenaje a la obra maestra de Joyce
En la repaso de Mallafré –por cierto, la editorial Cal Carré acaba de difundir una estampado de este final, el Monòleg de la Molly Bloom– se nota que el traductor conoce su texto a pesar de los más de cuarenta abriles de distancia –aunque con revisiones–, porque pone allí donde tocan las inflexiones semánticas desdibujadas por la desatiendo de puntuación, la deformación gráfica y el estilo, el stream of consciousness (corriente de conciencia) del monólogo interior.
Cano y Bagunyà explican que para ellos era importante pagar al traductor, “porque gracias a él muchos hemos podido entrar en el llibro con alegría”. De hecho, los dos últimos lectores han sido igualmente traductores: Miquel Proporcionado (entre otros, Dovlátov y Dostoyevski) y Dolors Udina (entre muchos, Coetzee, Toni Morrison, Jane Austen, Virginia Woolf o Alice Smith). Mallafré recibe un ramo de flores y explica que para él el ejemplar fue igualmente todo un descubrimiento y un provocación en muchos sentidos, porque “trataba de un usurero en Irlanda, había una terminología religiosa católica que yo conocía correctamente en catalán, y encontré paralelismos entre naciones dominadas, e incluso algunos chistes y dichas son comunes”.
Sube al marco Pol Vouillamoz, que está traduciendo el Finnegan’s Wake –el otro ejemplar intraducible de Joyce– y la Escola Bloom acaba de difundir el capítulo 8, Anna Livia Plurabelle , una traducció joyciana. Traspaso de poderes, como si dijéramos.
Pare nostre que no esteu en el cel” (“Padre nuestro que no estáis en el Gloria”), leía el jueves por la perplejidad el escritor y periodista verificado Toni Pou. Es el pasaje que le ha tocado. Es como una ceremonia laica, en el pasaje Calders, en el templo anaquel. Y como los asistentes de las misas, creyentes todos, a veces atienden y entienden, a veces no. Hay sacerdotes que se hacen entender más que otros, como pasa igualmente en las iglesias. Por la tarde se había trasladado la repaso a la calle, al pasaje, donde la repaso alterna con el sonido de la terraza del bar Calders, y a posteriori con el silencio.
Van pasando acciones, calles, escenas y personajes, Stephen Dedalus, Leopold Bloom, amigos y conocidos y cervezas. Durante las horas de repaso han pasado una cincuentena de lectores, algunos de los cuales han trillado, como el escritor Víctor García Tur o el compositor Joan Magrané. Y suceden cosas. Lee el periodista David Guzmán y palabra de la oscuridad... ¡y se va la luz! O cuando Magrané lee resulta que le toca un capítulo ahíto de música, que si acordes, teclas que se vuelven confusas, el dring de un cascabel, tambores, arpas, violines, bemoles y sostenidos, ¡hasta un don de pecho!
Continúa, y pasa el informante, y ya han pasado a Jordi Nopca, Esteve Plantada, Isabel Sucunza, pasan las horas, Manuel Alborotador, la agente Carlota Torrent, a la media perplejidad lee el poeta David Caño, y ya por la mañana Escuadra Espasa, Escuadra Porras, Inés García... Pasa el cansancio, pero el provocación se alcanza. La primera repaso íntegra del Ulisses en catalán se ha hecho sinceridad.
La idea surgió inicialmente a raíz de un Bloomsday en que durante un rato todo el mundo leía el fragmento que quisiera. “Y si un día lo leemos todo?”, dijo al final Elisenda Roca. Fue la semilla, y cuando pensaban cómo celebrar el centenario, desde la Escola Bloom –que debe su nombre a la novelística, claro– pensaban qué podían hacer que fuera específico y lo recordaron. Lo plantearon a la Llibreria Calders, que “no tardaron ni un minuto en opinar que sí”. Ahora ya se ha hecho y medio en broma medio en serio en las redes ha habido sugerencias de hacer lecturas integrales de otras grandes obras como En averiguación del tiempo perdido de Proust –la publicación de la traducción de Josep Maria Pinto en la editorial Viena y la de Valèria Gaillard en Proa está cerca de terminarse– o El pelegrí apassionat de Puig i Ferreter... El tiempo no se ha perdido, ha sido una repaso apasionante.
En la Documenta, como otros abriles, igualmente celebraron el Bloomsday, en esta ocasión con la repaso de Oriol Tramvia de una selecció de textos a cargo de Roser Maestu centrados especialmente en la comida. Y claro, a posteriori hubo caldo y comida, con una fórmula de riñones, uno de los platos que salen a menudo en la novelística.En la anaquel Documenta
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