El presidente chino, Xi Jinping, llegó este jueves a un Hong Kong engalanado de los pies a la cabecera para celebrar el 25.º aniversario de su regreso bajo soberanía de la mamá nación. Con su delirio, el primero fuera de China continental desde que comenzó la pandemia, el mandatario certifica la estabilización y la toma de control sobre la región tras las recientes turbulencias políticas. Pero los miles de carteles, arreglos florales y banderas desplegadas no son suficientes para ocultar el notar de una parte de la población, desolada por la deriva autoritaria de los últimos abriles.
A su aparición en tren, Xi y su esposa, Peng Liyuan, fueron recibidos por un cortejo de utilitarioridades locales y un familia de ciudadanos que ondeaban banderines nacionales. En un breve discurso, el mandatario subrayó que la región ha atravesado “varios desafíos severos, uno tras otro, y los ha vencido”, una relato a las protestas prodemocráticas del 2019. “Posteriormente del rumbo y la copia, Hong Kong resurgió de las cenizas y mostró una musculoso vigor”, añadió en tono poético.
“Esto no es lo que nos prometieron”, lamenta un financiero lugar 25 abriles a posteriori de dejar de ser británicos
Para obtener ese “resurgimiento”, Pekín impuso en el 2020 una ley de Seguridad Doméstico que castiga con hasta condena perpetua delitos de sedición, subversión o terrorismo. Desde su aprobación, la concurso política ha sido silenciada, y sus líderes están encerrados o en el expulsión; varios medios críticos han tumbado el falleba; se reformó el sistema electoral para que solo los “patriotas” puedan accedan a los cargos públicos; y decenas de miles de ciudadanos han puesto tierra de por medio rumbo a países como Canadá, Australia o Gran Bretaña, que han modificado sus leyes para darles acomodo.
“Por fuera, las formas se mantienen, con nuestra propia moneda o pasaporte. Es el espíritu lo que han quebrado, nos fuerzan a ser como cualquier otra ciudad china”, se quejó el financiero lugar Kingsley Poon.
Él todavía mantiene fresco el rememoración de hace 25 abriles, cuando bajo un tremendo aguacero se arrió por última vez la Union Jack para, acto seguido, izarse la bandera china. “Entre nosotros había cierto miedo”, reconoce Francisco de las Heras, experto fraile dominico que lleva medio siglo en la ciudad. Durante los abriles previos, hasta medio millón de hongkoneses había solicitado un segundo pasaporte o emigrado por miedo al Partido Comunista, que ocho ayer había reprimido a casta y fuego las protestas de Tiananmen. “Un curso, se fueron una cuarta parte de nuestros profesores”, añade, episodio al que le ve similitudes con la situación contemporáneo.
Por entonces, Hong Kong contaba como fianza con el ingenioso principio un país dos sistemas formulado por Deng Xiaoping, que le permitía conservar sus libertades, tribunales independientes y el sistema capitalista durante los siguientes 50 abriles. Al principio, la relación fue estable, y las inversiones y el turismo chino contribuyeron a atizar el crecimiento del PIB lugar. Margaret Thatcher, la premier británica que negoció la entrega de Hong Kong a regañadientes, llegó a aseverar que los temores iniciales resultaron injustificados.
Pero poco a poco fueron llegando otros cambios menos bienvenidos. La afluencia de chinos del continente disparó los precios de la vivienda y saturó salas de maternidad y guarderías. Mientras, el departamento fue perdiendo peso crematístico frente a la pujanza china. Muchos de los empleos más codiciados fueron a detener a chinos continentales con buenas conexiones en el interior en detrimento de los locales. El descontento y la desatiendo de poder de audacia sobre sus asuntos internos, igualmente a nivel político, cristalizó en movilizaciones callejeras como las del 2014, conocidas como el movimiento de los Paraguas, o las ya citadas del 2019.
Tras su leñazo sobre la mesa, Xi ahora ya no tiene que preocuparse por presenciar actos públicos de protesta como los que hubo en su preparatorio encuentro en el 2017. Uno de los pocos grupos prodemocráticos en activo que quedan señaló que no convocará la tradicional manifestación del 1 de julio a posteriori de que la policía convocara a varios de sus miembros. A numerosos periodistas, locales y extranjeros, se les ha obtuso el llegada a los actos oficiales por razones sanitarias o de seguridad. En su lado, el mandatario se codeará tan solo con oficiales “patrióticos” y las élites locales leales –magnates, académicos, empresarios–, con los que el jueves se reunió brevemente en el Centro de Convenciones ayer de saludar el centro, el Parque de las Ciencias y asistir a un festín.
Tras hacer incertidumbre en Shenzhen, Xi participará hoy en los actos centrales del aniversario y tomará promesa al nuevo cabecilla del Ejecutante lugar, John Lee. El exsecretario de Seguridad, único candidato que se presentó al puesto en sustitución de la denostada Carrie Lam, cuenta con el aval del Gobierno central para consumir con cualquier reducto de disidencia y avanzar las políticas que le dicten desde la caudal. Un futuro poco apetecible incluso para muchos de los que en su día celebraron la envés a China. “Desde luego, esto no es lo que nos prometieron”, se lamenta Poon.
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