Aquel hotel de la puerta de Jafa

Jerusalén es el corazón del conflicto de Oriente Medio desde el tiempo de las cruzadas hasta hoy. La ocupación del imponente edificio de casa otomana del hotel Petra, cerca de la puerta de Jafa, por donde penetró vencedor en 1917 el universal Allenby al derrotar al ejército del sultán de Estambul, por un corro de exaltados judíos radicales aviva el tema de la judaización israelí de los barrios cristiano y musulmán de la ciudad. Uno de los motivos que provocaron la segunda intifada del 2000 fue la irrupción del universal Sharon en la explanada de las Mezquitas y todavía su adquisición de varias viviendas cerca de la abigarrada puerta de Damasco. Buena parte del intramuros cristiano –el otro, llamado armenio, es feudo de su patriarcado, porque fue el rey de Armenia el primero en convertirse al cristianismo– es propiedad del histórico patriarcado difícil apegado, y en muchas dovelas de sus casas están grabadas las cultura de la poderosa institución religiosa. 

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Turistas en el centro de Jerusalén

Maya Alleruzzo / AP

Desde hace dos décadas hay un enrevesado riña irresoluto entre los colonos de Atenet Lohanin, del Estado de Israel, y el patriarcado en torno a las adquisiciones de varios inmuebles, entre ellos este hotel en la cantón de la callecita del patriarcado latino, en cuyo pequeño hotel Notoriedad acostumbraba a alojarme. Con Saliba, su empleado, cuya mujer me lavaba la ropa, pude penetrar en algunos hogares humildes del intramuros, que se ha ido despoblando de cristianos en estas décadas de ocupación y anexión del sector árabe, que antaño de 1967 había sido sometido al rey Abdalah de Jordania, asesinado por un palestino en 1951. Es un pequeño perímetro donde están, por otra parte, el patriarcado difícil católico y otros establecimientos cristianos. El patriarca Teófilo III teme que si los colonos no son expulsados, el Petra se convierta en otro centro de judaización de la renta.

“¡Palestina será siempre una tierra condenada! Habrá que iniciar una vez más”

Poco tiempo luego de la combate árabe-israelí de 1967 pernocté en este hotel, en pleno toque de queda. Entonces se cerraban las puertas de la ciudad, como la de Jafa, las calles estaban vacías y solo circulaban patrullas de soldados israelíes. Pero el sabbat una multitud de israelíes, grupos de los kibutz, descubrían los barrios recién conquistados.

En el hotel conocí a un árabe cristiano que hablaba perfectamente en castellano y se llamaba don Julián. Era un hombre adecuadamente vestido con un báculo con empuñadura de plata, fumaba en pipa y había sido durante muchos abriles un maestro muy reputado. Había acompañado a jefes de Estado, reyes como Alfonso XIII luego de su abdicación.Me acompañó al Santo Sepulcro, a la explanada de las Mezquitas. Fue el primero que me dijo “Yo soy palestino. He sufrido muchas guerras –mirando las vacías paredes del hotel– tantas guerras. ¡Palestina será siempre una tierra condenada! Habrá que iniciar una vez más, comprar otros muebles, alfombras, otras lámparas para el hotel”. Aquella tinieblas del verano de 1967 fui el único cliente del Petra. Por la calle tenebrosa, una patrulla de soldados entonaba la canción de moda de aquel verano Jerusalaim, Jerusalaim. Cuando descendí al vestíbulo vi que en la puerta de Jafa habían redoblado los piquetes israelíes de vigilancia. El Petra es uno de los edificios civiles más descollantes del Jerusalén cristiano.

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