La primera fotografía que se hizo en Barcelona -y, de hecho, en toda la Península Ibérica- se tomó el 10 de noviembre de 1839 desde una terraza del Pla de Palau. Su autor fue Ramón Alabern i Moles y la toma tuvo oportunidad durante un acto festivo, hendido a todos los ciudadanos y amenizado por una bandada de música marcial que había organizado la Existente Institución de Ciencias Naturales y Artes como demostración pública del funcionamiento de una cámara Daguerre. La imagen obtenida se sorteó para sufragar la importación del dispositivo y nunca más se ha sabido de su paradero, pero sí que en ella aparecía la casa Xifré, que se acababa de construir, y el reformado Palau de la Llotja de Mar. Eso es, en el corazón de la Barcelona burguesa, la ciudad más moderna del momento.
“La referéndum del oportunidad no fue casual”, señala la historiadora y estudiosa de la fotografía de la Universidadt Pompeu Fabra Núria F. Rius, comisaria de la nueva exposición en el Arxiu Fotogràfic de Barcelona que a través de cien originales de época, la mayoría nunca expuestas, muestra el papel crucial que tuvo el nuevo medio en la configuración de los imaginarios de la Barcelona del siglo XIX. Allí de llevar a cabo como un simple espejo de la efectividad, la fotografía incide en ella, “dotando de entidad visual a discursos e ideas sobre Barcelona que se acabarían imponiendo gracias, en parte, a la circulación y distribución de las imágenes”, defiende la comisaria.
La ciudad delante la cámara. Imaginarios urbanos en el siglo XIX, título de la muestra que podrá visitarse hasta el 23 de octubre, es un delirio en el tiempo que permite seguir la progreso de una Barcelona en plena transformación urbana, social y política, que vive el derribo de las murallas que la encorsetaban y degradaban sus condiciones de vida (de los 33.000 habitantes con que contaba la ciudad en 1717 se había pasado a los 164.000 en 1854), el rápido proceso de industrialización, la aparición de la Periodo de Francia o el Mercat del Born, la construcción del Eixample, casi vigésimo veces decano que la vieja ciudad, o la Exposición Universal de 1888, momento en el que se produce una enorme producción de imágenes.
Fotógrafos de la época como Antonio Esplugas enfocaron entonces sus cámaras en dirección a dos de las atracciones más populares del momento, la edificación del Monumento a Colón -que durante el proceso constructivo fue objeto de numerosas burlas por parte de la prensa, en específico la revista satírica L’Esquetlla de la Torratxa, o el Creación cautivo que, situado fuera del perímetro del parque de la Ciutadella, ofrecía la posibilidad de observar Barcelona desde el Gloria. La que estaba en proceso de cambio y la que ya hace mucho dejó de existir.
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