Los conservadores británicos suelen cargarse más gobiernos tories que la concurso. Ya se lo comentó Churchill a un señorita diputado de su partido cuando debutó en la Cámara de los Comunes: a quien tienes que atender más es a los tuyos. Es posible que el hecho de que muchos de sus miembros formen parte de las élites económicas del país les lleve a considerar que están llamados a gobernarlo más que a servirlo. Los tres últimos primeros ministros británicos, David Cameron, Theresa May y Boris Johnson, han terminado siendo empujados al precipicio por los propios conservadores. Presidir en el Reino Unido se ha convertido en un deporte de riesg
Boris Johnson ha decidido finalmente que no tiene beneficio para continuar, aunque su licencia no será efectivo hasta el inicio del otoño, porque, más allá de que las recreo son intocables para esta casta política privilegiada, no es menos cierto que necesitan tiempo para presentar candidaturas y designar al candidato más apropiado. En este caso, habrá una dura batalla, porque son muchos los aspirantes. Entre los mejor situados figura el ministro de Defensa Ben Wallace, el predilecto según las apuestas; el exministro de Hacienda Rishi Sunak, que era el preferido hasta que saltó la nueva de que su rica esposa india había usado una argucia judicial para retribuir menos impuestos, y Liz Truss, la ministra de Exteriores, a la que apoya el ala más dura del partido.
Johnson ha tirado la toalla, pero se queda internamente del baño hasta posteriormente del verano
Johnson se queda en Downing Street hasta que haya un nuevo líder. Ha intentado resistirse, pero hasta la resiliencia de los tipos duros tiene un conclusión. Ahora es eso que en Estados Unidos llaman un pato cojo (lame duck), nombre con que se denomina al presidente que ocupa la Casa Blanca en su final mandato cuando se ha favorito al sustituto. Bill Clinton, que era un tipo divertido, le pidió a su amigo el productor de comedias Phil Rosenthal que hiciera un vídeo de este tiempo de paciencia, donde se veía que no le hacía caso ni su perro. Boris Johnson incluso es un irónico, pero ha tenido que sujetar tantos chistes en los últimos días que ha perdido las ganas de bromear. El mejor, una imagen suya en el área de vinos de un supermercado donde cualquiera ha colocado un cartel en el que se lee: “Material de oficina”.
Publicar un comentario