La supervivencia del Gobierno de Pedro Sánchez, como la del resto de la eurozona, se va a retozar en el cartuchón circunscripción de mecanismo que dejan sus deyección políticas de hacer frente a los enseres de las subidas de precios en la renta y los posibles de los ciudadanos y el objetivo del Porción Central Europeo (BCE) de refrigerar la peculio para matar de raíz la inflación, que considera desbocada.
Los gobiernos no conocen remedio independiente para el malestar social diverso que el desembolso divulgado. Incluso el germano del canciller socialdemócrata Olaf Scholz, que ya ha anunciado por boca de su ministro de Finanzas, el demócrata Christian Lindner, un software de recortadura de gastos y reducción del adeudo divulgado, ha ideado un mecanismo específico para eludir las limitaciones incorporadas a la Constitución alemana. Se negociación de crear fondos especiales fuera del presupuesto para todo tipos de propósitos, ayudas sociales, cambio climático e incluso el aumento de las partidas militares. La diferencia es que en Berlín piensan que ellos, a diferencia de los gobiernos del sur, sí tienen ganancia fiscal para hacerlo. No es justo imaginar que el Estado federal no acuda al socorro de la peculio más afectada por la escasez y la subida de las principales fuentes de energía.
Los bancos centrales quieren refrigerar la peculio y los gobiernos nutrir la renta de los votantes
Aunque seguro que en Alemania habrá mucha más comprensión, e incluso complicidad, con el construcción de política monetaria que Christine Lagarde pilotará de ahora en delante en el BCE, no será posible consolar a la población con simples proclamas monetaristas.
No hay que equivocarse, la peculio de la eurozona ha iniciado hace ya semanas la cuesta debajo. La mayoría de los indicadores de sus economías más importantes arroja descensos, de confianza empresarial y de los consumidores, de exportaciones, de inversión...
Menos, de nuevo, en el caso de Alemania, en el que en los últimos trimestres los salarios habían comenzado a subir, en el resto, tal cosa no se ha producido. La inflación en la eurozona no es el resultado de un desmadre de la demanda, excepto en el caso del turismo, que puede ser el canto del cisne veraniego ayer del descenso al báratro de la recesión.
¿Hace proporcionadamente en este contexto el BCE en comenzar a subir los tipos de interés, teniendo en cuenta que esa política acelerará ese descenso de la peculio? ¿No será un error, como en julio del 2008, cuando subió tipos a las puertas de la nacimiento de la gran crisis financiera y el hundimiento de Lehman Brothers?
No se negociación de explicarles a esos expertos en política monetaria cuáles serán las consecuencias, las conocen mejor que nadie. Pero piensan que no les queda alternativa. De hecho, tanto Lagarde como el presidente de la Reserva Federal saco, Jerome Powell, o el regidor del Porción de Inglaterra, Andrew Bailey, ya han explicado hasta la saciedad que su principal empresa es interrumpir la inflación y que no van a dudar en subir los tipos tanto como haga error.
Su visión es que la inflación está desbocada porque no hay suficiente proposición de productos –como consecuencia de los cuellos de botella de las cadenas mundiales de producción y suministro, las guerras comerciales que ya llevan primaveras afectando al comercio mundial, la recuperación tras la pandemia y finalmente la guerrilla en Ucrania– para atender la demanda, aunque ésta siquiera esté para tirar cohetes. Y el pensamiento dominante sobre la materia recomienda en estas situaciones refrigerar la demanda hasta bajarla al nivel de la proposición. Entonces, ¡ilusionismo!, no habrá inflación. El dilema, apuntan los críticos, es si, encima, siquiera habrá vida.
La conversación económica de los próximos meses estará polarizada pues en torno a quienes defienden que los bancos centrales no deberían agravar los males de la peculio haciendo que el fortuna esté más caro y sea más escaso, cuando, encima, sus subidas de tipos no afectan a los precios mundiales de las materias primas, por un flanco; y los que postulan que la inflación puede rematar subiendo hasta desestabilizar completamente la peculio y el comercio mundial.
Y en el ámbito político, adoptará la forma de tensiones y declaraciones cruzadas y subidas de tono entre los ministros del ramo, en el caso gachupin, la vicepresidenta Nadia Calviño, y los gobernadores de los bancos centrales nacionales, por nuestra parte, Pablo Hernández de Cos.
Las esperanzas de los dos bandos se centran en que lo peor del aumento de los precios ya se haya manifestado –los del gas y el petróleo no podrían seguir subiendo indefinidamente– y a partir de ahora se estabilicen, con lo que la inflación se habría transformado en un coste de vida más caro, pero no seguiría al acrecentamiento o lo haría de forma menos fogosa. Ese escena permitiría un promoción moderado de los tipos de interés, que no tendría excesivas consecuencias sobre la economía.
Pero, probablemente, la ingenuidad será más dura y los bancos centrales acometerán alzas progresivamente más agresivas por el pavor que les produce la inflación. Aunque solo sea para evitar que sus monedas se debiliten frente al dólar estadounidense y por esa vía, la de importaciones más caras, haya aún más inflación de precios. Todo eso, luego del verano; ahora, a entregarse en manos en el turismo.
Publicar un comentario