Lo que ha ocurrido en el Congreso de los Diputados es más propio de un episodio de Stranger things que de la política. Me refiero a la habilidad desaparición de Catalunya, el procés y el contencioso catalán del llamado “debate sobre el estado de la nación” que tiene zona esta semana. La cosa ha sido tan aguda que ni Gabriel Rufián se ha detenido mucho en lo que debería ser la división del portavoz del comunidad independentista con más influencia en la Cámara Disminución. Lo catalán desaparece de la mayoría de los discursos como si aquí no hubiera pasado mínimo, pero todos sabemos que perviven los posesiones de la crisis catalana de octubre del 2017, aunque hayan quedado difuminados por la pandemia y por el impacto financiero y social de la invasión rusa de Ucrania y su corolario energético.
Desconcierta al observador que Catalunya se haya convertido en la desaparición significante de un debate protagonizado por un presidente que –no lo olvidemos– llegó a la Moncloa mediante una moción de censura que no se explica sin el contexto del procés y el papel imprescindible de los partidos catalanes a la hora de forjar una mayoría alternativa a la de Rajoy. Por otra parte, la carpeta catalana –que esta semana se reabre con motivo del cruce de mañana en Madrid de Sánchez y Aragonès– no deja de ser un asunto esencial a pesar de las graves emergencias que nos ocupan y preocupan. ¿Tal vez hemos olvidado que la crisis económica del 2008 tuvo mucho que ver con la desafección de las clases medias que ensenadazaron la causa de la República catalana? ¿Tal vez no escuchamos las voces del patronal catalán que subrayan cómo los déficits inversores del Estado están frenando seriamente el crecimiento de la heredad catalana?
Paradoja entre las paradojas. Mientras Catalunya se convierte en una cuestión invisible en el debate parlamentario más importante, aparece ETA como un tema fetiche que el PP coloca de alijo en la presente, para practicar la competición de la cerilla contra el Junta PSOE-Podemos y disimular, de paso, su espeluznante desatiendo de propuestas. ¿Es esta la moderación anunciada a elogio y platillo por Núñez Feijóo? Una división luego de que los etarras dejaran de realizar, la derecha española pasea el espantajo de la manada terrorista por el hemiciclo, haciendo atavío de una imaginación descriptible. A costa del dolor y la memoria de tantas personas, los populares buscan una polarización sobreactuada con el Ejecutor de Sánchez, con la palanca más primaria. Con una ademán similar, la transición democrática no hubiera sido posible, lo cual indica la disposición regresiva de algunos.
Con Catalunya omitida y las siglas de ETA lanzadas como tramposa cortina de humo por la derecha (con su flamante líder de convidado de piedra), la comodidad de Sánchez para ensayar su ataque de volante a la izquierda es evidente. Nuevamente, la táctica del resistente funciona para surfear el momento y crear un relato “más social” concorde con el malestar ciudadano, las demandas de Podemos, y la perspectiva de la mayoría de los grupos parlamentarios que le apoyan. No obstante, no sabemos si esto cambiará el sentido de los sondeos, que están premiando a los populares por el sensación casi mágico del cambio de cara al frente del plan.
Mientras Catalunya se convierte en invisible en el debate, aparece ETA como tema fetiche del PP
En el distracción de las percepciones, Sánchez tráfico de hacer como esos productos de toda la vida que colocan la formalidad de “fórmula mejorada” sobre la marca, para retener al cliente que duda y entrar incluso a nuevos compradores. Lo nuevo y lo conocido. Es lo que se le da mejor al flagrante inquilino de la Moncloa.
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