La historia de la gran fiesta que ideó la burguesía para presumir y mostrar la València moderna

En diciembre de 1870, tres concejales del Concejo de València presentaron una instancia en el consistorio para celebrar la primera Gran Fira de València. Esa misma tarde oscuridad, el pleno del consistorio debatió y aprobó la propuesta. Casi nada unos meses más tarde, en julio de 1871 se celebraba este primer gran evento cultural y comercial urbano, la primera festividad secular y laica en la historia de la ciudad. Aunque sí que tenía alguna relato religiosa, su motivación no giraba en torno a ningún santo ni a ninguna desconocido.

La particularidad la explica el director de los Museus de Civilización Festiva de la ciudad, Gil-Manuel Hernàndez, que acaba de propagar La Gran Feria de València (1871-2021), un repaso por los 150 primaveras de la que durante décadas fue la gran celebración de la ciudad hasta el estallido de las Fallas.

La portada del libro que se ha presentado esta semana.

La portada del ejemplar que se ha presentado esta semana. 

LV

Cuenta el profesor de Sociología y Antropología Social que los ediles que presentaron la propuesta no improvisaron. “Se había hablado con instituciones, casinos, ateneos, corporaciones, empresas y tenían todo el apoyo para tirar delante. Llegado el momento no fue acomodaticio, hubo problemas logísticos, pero ya en julio de 1871 se pudo hacer una columna histórica donde se representaron estampas de la València antigua y desfilaron las tradicionales rocas, los gremios y carrozas con alegorías al comercio, a la industria y igualmente a la ciencia y a la tecnología".

Hernàndez indica a La Vanguardia que fue una propuesta dirigida por la burguesía de la ciudad que buscaba dar con una fórmula atractiva para todos los públicos. “Se tenía como relato la Feria de Abril de Sevilla -que se había iniciado unas décadas antes-, pero igualmente se tenía en mente las exposiciones universales que se habían hecho en Londres y París”, subraya.

Gil-Manuel Hernández, autor de 'La Gran Feria de València (1871-2021)' 

Y es que, por una parte, había una perspectiva comercial, pero se quería hacer atractiva para que las clases populares se acercaran. "Tenía afición de fiesta de masas, capacidad de integrar actos proporcionadamente distintos y poder para reafirmar una identidad transversal de valencianidad", apunta el autor. Por ello se montaron pabellones en la arteria más selecta de la ciudad, la Chopera, y se realizaban desfiles, actuaciones, competiciones deportivas y actividades comerciales.

“Era un producto para todos los públicos, pero pensado desde una óptica burguesa. Se quería traicionar la nueva València industrial, comercial y moderna que acababa de derribar las murallas”, comenta este experto en fiestas tradicionales. Asimismo, la feria tenía un componente de ostentación del poder pues la burguesía montaba sus instalaciones en la Chopera y paseaba sus carruajes y sus vestidos. “De la misma guisa que sucedía en el Liceu de Barcelona o en la presente en el palco del Bernabéu, allí las clases más adineradas mostraban su poder, montaban sus bailes, hacían sus actos sociales y se relacionaban entre ellos”.

El cartel anunciador de la celebración de 1914.

El cartel anunciador de la celebración de 1914.

Archivo Municipal de València / Archivo de Rafael Solaz

Todas estas ideas las comparte Gil-Manuel Hernàndez en un ejemplar que se ha presentado esta semana y que, conformidad de explicar los orígenes de la fiesta, cuenta como la celebración de la misma se convirtió en el espejo de una sociedad -la valenciana- en cambio constante con sus ideologías en pugna y con sus evidentes fracturas de clase.

El sociólogo explica que el ejemplar prostitución de renovar y resumir otros trabajos sobre la Gran Fira de València que él ya hizo, así como dejar constancia de la celebración del 150 aniversario de su creación que, si proporcionadamente se cumplió el año pasado, correcto a la situación de pandemia no tuvo la celebración que se merecía.

Aniversario

El ejemplar averiguación conmemorar la celebración del 150 aniversario de la que fue, durante décadas, la principal fiesta de la ciudad

En el ejemplar, el autor distingue diversas etapas. La primera es la del esplendor que llegaría hasta 1920 convirtiéndola en la primera fiesta de la ciudad por delante incluso del Corpus que lo había sido durante siglos. En aquella etapa, explica el director de museos del Concejo, se convierte en “la gran producción veraniego de la ciudad”. 

Si proporcionadamente es cierto, apunta Hernàndez, en los primaveras 20 hay un cierto estancamiento; las Fallas empiezan a aventajar contorno y la venida de la República que reclama democratizar y hacer más horizontales las fiestas hace que las clases pudientes empiecen a sentirse molestas.

Una fallera con una bandera republicana protagoniza el cartel de 1933.

Una fallera con una bandera republicana protagoniza el cartel de 1933.

Archivo Municipal de València / Archivo de Rafael Solaz

Con el Franquismo se entra en una nueva período. El régimen intenta convertirla en una útil de adoctrinamiento político e ideológico con desfiles de un salero marcadamente político con exaltaciones al nacionalcatolicismo.

Paralelamente, las Fallas siguen expandiéndose y empieza la época de las segundas residencias y el turismo que hace que algunos valencianos abandonen el cap i casal en julio. Un cóctel que provoca que la fiesta entre en punzón y en una situación de desorientación.

Cambios en la fiesta

El franquismo intenta convertir la fiesta en una útil de adoctrinamiento político e ideológico

Con la venida de la democracia se inicia la última etapa. Los primeros gobiernos democráticos tratan de quitarle esa pátina aristocrática pero se convierte en “un mezcla de actos sin deducción ni dirección”, comenta el sociólogo.

La tradicional Batalla de Flors de València.

La tradicional Batalla de Flors de València.

Ajuntament de València

Una de las celebraciones más tradicionales de la Fira de València que ha perdurado a lo amplio de los primaveras es la Batalla de Flors. Cuenta Gil-Manuel Hernàndez que empezó en 1891, cuando la fiesta casi nada cumplía dos décadas, y se inspiró (copió) en una batalla similar que se hacía en el carnaval de Niza y que el barón de Cortes de Pallás vio y trasladó a València. 

"Servía para que las hijas de la adhesión burguesía desfilaran en engalanadas carrozas. Por otra parte, como igualmente permitía la billete popular, se convirtió rápidamente en uno de los puntales de la fiesta", comenta el autor.

No es hasta 2005 cuando se empieza a ver cierta luz. Cuenta el sociólogo que inspirados en la Festa de la Merced se va consolidando un software más innovador y para todos salvando actos tradicionales como la Batalla de flores o el Certamen de bandas. Poco a poco, explica, se convierte en lo que es ahora un macrofestival de verano urbano con mucha ofrecimiento cultural.

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