La prostitución, por ahora, sigue siendo alegal en España: ni prohibida, ni regulada. Una situación que puede cambiar pronto. El Congreso de los Diputados ha iniciado un camino —hasta ahora casi inexplorado— que pretende terminar con la eliminación de la prostitución gracias a una ley que perseguirá a los proxenetas y protegerá a las mujeres. Ahora asistiremos a debates acalorados entre la posición —mayoritaria en el hemiciclo— que defiende la eliminación de la prostitución y la postura —minoritaria— que aboga por su regulación porque, defienden, hay que distinguir entre víctimas de la explotación sexual y mujeres que ejercen la prostitución autónomamente.
Ese será el plano político, pero ¿cuál es la existencia que viven día a día los investigadores sobre este confuso asunto? La fiscal de Sala de Extranjería, Beatriz Sánchez, lo tiene claro: “Este es un debate superado. Nadie se dedica a la prostitución porque quiere. El único beneficiario con la confirmación es el negocio del cafiche”.
Las cifras que maneja Policía Doméstico, Urbano Civil y Mossos d’Esquadra son esclarecedoras: en torno al 95% de las mujeres que ejercen la prostitución en España son obligadas a ello: por una mafia que las controla o por su propia situación de vulnerabilidad. O por ambas variables. Félix Durán, teniente principal de la Sección contra la negociación de seres humanos de la Mecanismo Central Operativa (UCO) de la Urbano Civil, asegura que tras abriles sobre el demarcación “nunca se ha opuesto a una mujer prostituida que lo haya hecho de guisa independiente”.
El día a día de los agentes que luchan contra la negociación de mujeres convertidas en prostitutas está muy alejado del que viven los clientes. Mientras los puteros ven mujeres dispuestas a hacer lo que ellos quieran a cambio de patrimonio, los investigadores ven chicas engañadas, destrozadas y sometidas. “Son tratadas como mercancía. El hombre que va a inquirir a una de estas chicas sólo piensa en el placer sexual instantáneo que le va a dar y no visualiza lo que hay detrás de ellas”, lamenta Ismael Delmás, inspector principal de la hueste central contra la negociación de seres humanos de la Policía Doméstico. Sus relatos, en almohadilla a operaciones realizadas, son espeluznantes: una víctima tatuada por su cafiche con un código de barras, una chica comiendo cristales porque no veía otra salida, jóvenes prostituidas por su entorno natural...
Según Policía, Urbano Civil y Mossos:
El 95% de las mujeres que ejercen la prostitución en España son obligadas
El principal problema que se encuentran los investigadores es la error de herramientas, un tablado que la nueva ley prevé revertir. Al tratarse, aún, de un negocio alegal, la única guisa de poder atacar al cafiche es demostrando que detrás hay explotación sexual: y para eso la víctima tiene que denunciar. Según relatan, cuando se acercan a una víctima prostituida para que denuncien, el cafiche está al acecho. En muchas ocasiones, carecen de documentación, no hablan castellano y las organizaciones criminales han conseguido que ellas interioricen que la policía es el enemigo. Uno de los investigadores consultados recuerda cómo una mujer prostituida no se atrevía a denunciar a la mafia que la había traído desde Colombia porque si delataba a sus proxenetas mataría a su hija. “Vine porque quise”, le dijo al mando de la UCO, quien defiende que eso no es autogobierno de intrepidez. “No ha seleccionado, simplemente no ha tenido otra opción”, añade.
Desde hace abriles, sobre todo en las principales ciudades, se han sacado a las prostitutas de las calles. Esto, sumado a la pandemia, ha hecho que cada vez más el negocio se encuentre en pisos clandestinos. Poco que dificulta a los investigadores su lugar. Sin incautación, los agentes encuentran fórmulas para seguir avanzando y poder entrar a esos pisos. Una de ellas: a través de inspecciones de trabajo, con el apoyo de la Leyes del Estado, por la vía contencioso-administrativa. Cuando descubren que en uno de los pisos hay una víctima intentan que un magistrado les conceda una orden legal para entrar, pero esa bordado siquiera es sencilla porque, tal y como sostienen, en el poder legal se suelen encontrar un pared.
Todavía hay jueces que absuelven a proxenetas delante la excusa de que ellas están ejerciendo la prostitución por su propia voluntad, aunque se demuestre que a posteriori de abriles de trabajo siguen siendo igual de pobres que cuando llegaron y siguen en el mismo estado de vulnerabilidad. Con la nueva ley, esto no será igual. No habrá que demostrar que hay explotación, sino que será suficiente el acreditar que en un carretera se está ejerciendo la prostitución para atacar directamente al cafiche y al putero. Con la reforma que se plantea, todo aquel que cobre como intermediario por un servicio sexual será condenado a penas de entre uno y tres abriles. Al igual que todo aquel que favorezca la prostitución destinando un específico para ello. Y como principal novedad, la norma irá contra los puteros.
Una oportunidad, coinciden los expertos, entre ellos los de la Unitat central de trafic dessers humans de los Mossos d’Esquadra, para hacer un embudo a los que se lucran de las mujeres prostituidas que poco a poco iría asfixiándolos. Un principio de un camino que, advierten, deberían recorrer juntos todos los países del entorno para evitar situaciones como las que se viven en la Jonquera, convertido en el gran prostíbulo francés en suelo gachupin. “En pleno siglo XXI no se puede consentir que se ponga precio a un cuerpo”, sentencia el inspector principal Delmás.
Proxenetas tras las protestas contra la eliminación planteada
La existencia de policías, guardias civiles y mossos que luchan contra la negociación desde el interior de prostíbulos tratando de sacar a cada una de las chicas de ese averno, está muy alejada de la que un categoría de mujeres expresaban hace unas semanas en la puerta de la sede del PSOE en la madrileña calle de Ferraz. “Ni víctimas ni esclavas. Nosotras lo decidimos. Tenemos derecho a trabajar”, gritaba un categoría de mujeres con las caras tapadas con máscaras que defendían su empleo como trabajadoras sexuales. Los investigadores consultados por La Vanguardia sospechan que detrás de estas manifestaciones antiabolicionistas podrían estar proxenetas –incluso los propios de las manifestantes– para presionar contra una ley que ataca a la núcleo espinal de su negocio. “La norma no va contra la prostitución, va contra el negocio de la prostitución”, recuerda la fiscal de Sala de Extranjería, Beatriz Sánchez.
Junto a rescatar algunos escalofriantes datos: España, primer país europeo en consumo de prostitución. España, tercero en la misma inventario mundial solo por detrás de Tailandia y Puerto Rico. España, donde cerca del 40% de los hombres han pagado alguna vez en su vida por abastecer relaciones sexuales y un 20% de ellos lo han agradecido. España, país donde se calcula, según los estudios de la Fundación Scelles, una media anual de 1.500 euros en consumo de prostitución.
Los investigadores de la negociación reconocen, “por supuesto”, que puede ocurrir un estrecho categoría de mujeres que autónomamente quieren ofrecer sexo por patrimonio pero su dimensión es insignificante: no representa más de 3%. El teniente Félix Durán, de la UCO, propone: “Que pregunten a cada una de ellas por qué empezaron a prostituirse”. Su experiencia es que todas fueron forzadas o si fue de guisa voluntaria era porque no tenían otra salida. Con el paso de los abriles, asumen su vida como propia y la normalizan. “Las víctimas de negociación que acaban en la prostitución rara vez se sienten víctimas”, sostiene.
Mujeres colombianas que llegan engañadas a España enviadas por sus padres, que las ponen en manos de las mafias a cambio de un sustento crematístico, o ellas mismas se ofrecen como única opción en la vida, por supervivencia; chicas nigerianas a las que las hace creer que llegan a España a trabajar como cajeras, dependientas o camareras y cuando aterrizan les hacen vudú, les amenazan con sus creencias, les quitan su documentación, y las explotan durante abriles; o rumanas captadas por lover boys, chicos guapos y elegantes que les ofrecen una vida de bienquerencia y suntuosidad pero luego las dejan abandonadas en clubes de carretera.
Todas esas son las mismas que están en los clubes, en los polígonos, en los hoteles y en los pisos. Las mismas a las que acuden jóvenes, hombres de mediana años y más mayores. Los datos manejados por los especialistas no distinguen en edades, ni profesiones, ni nivel cultural ni social. Por otra parte, no es poco de usos y costumbres del pasado. Muchos hombres –porque prácticamente el 100% de la prostitución es consumida por hombres– siguen acudiendo por diversión, por apreciar a las mujeres como instrumentos, para cubrir una insatisfacción sexual o por apreciar dominación sobre la mujer, tal y como consta en los disección internos que manejan los investigadores.
No hace error que una mujer lleve cadenas físicas para que sea una esclava. “A muchas de esas chicas que son prostituidas son extorsionadas. No hace error que estén atadas para que no huyan del pozo en el que se encuentra sumidas. Lo que tienen son cadenas mentales”, advierte el teniente de la UCO, que lleva abriles dedicado a la lucha contra la negociación.
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