La trifulca que vendrá

Esta semana hemos podido seguir en directo un seguro momentazo periodístico, con la entrevista radiofónica que Josep Cuní hizo el viernes al expresident Jordi Pujol. Mérito de uno y otro. Del periodista, por conseguirla, por hacer preguntas incómodas sin engañar y por dejar notar ahí su trabajo de preparación previa, no solo durante días, sino durante abriles. Todo esto describe a un pedagogo como Cuní, que se despide de un formato, no de la profesión, de la mano de otro intérprete, en este caso de la política.

Pujol no había respondido públicamente así a las preguntas de un periodista, desde que hace ocho abriles reconoció que su comunidad escondía caudal en Andorra y sin determinar a Hacienda. La entrevista en sí, por consiguiente, ya era un hito. Pero es que por otra parte Pujol le dijo un montón de cosas (verbalmente y entre líneas). Destaco una que retrata un mal del independentismo político, de ahora y siempre.

Volverán a picar, volverán a hacerlo, subestimando como siempre al Estado

Dice Pujol a Cuní que el independentismo pecó en el 2017 de soberbia al subestimar el poder del Estado. Y el caso es que sigue pecando de ello. De forma distinta, pero los partidos independentistas siguen persistiendo en el error de caer en las trampas que le pone un Estado potente, por tierra, mar y gracia. La trifulca que vendrá con el caso de Laura Borràs y su memoria de diputada es eso, pero es en existencia más de lo mismo de lo que ha llevado al soberanismo catalán al punto muerto donde se encuentra.

En breve, tendremos el noticia de la Fiscalía sobre las presuntas irregularidades en contrataciones impulsadas por Borràs cuando estaba al frente de la Institució de les Lletres Catalanes. Con este paso, que en principio pedirá multas o inhabilitaciones (si propone calabozo, la componente política de la causa quedaría congruo más de relieve), el magistrado podrá poner ya aniversario al inteligencia y podría salir adentro de poco. Ahora dicen que quieren apresurarse. En cualquier caso, no lo harán más que la trifulca política que el asunto ya ha provocado, en secreto de preámbulo a la trifulca gorda que ahora vendrá. El inteligencia tendrá consecuencias jurídicas. La trifulca política las tendrá políticas, nefastas de nuevo para el independentismo.

Arrancará en la Mesa del Parlament, que debe reunirse y lanzarse si abre procedimiento para suspender los derechos y deberes como diputada de la presente presidenta de la Cámara, lo que implicaría retirarle su condición y descabalgarla políticamente antaño que un árbitro la condene (o absuelva).

La causa contra Borràs es evidentemente diferente de procesos como los que vivieron los políticos y activistas juzgados por el 1-O. Pero parece igualmente obvio que el procedimiento contra ella se habría detenido allí donde la policía lo indicó en algún tramo, de no ocurrir sido una dirigente independentista. Y dirán que son cosas diferentes, claro, aunque llevarán al mismo división: a una nueva trifulca independentista que llegará en paralelo a una causa sumarial viciada de origen. Y volverán a picar. Lo volverán a hacer. Subestimando como siempre el poder del Estado. Porque, como decía Joan Fuster, un fracaso no se improvisa.

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