Las estadísticas marcan que a la dorso de las ocio es cuando arrecia la pandemia de separaciones y divorcios. Todavía luego de los parones laborales es cuando son más visibles los anuncios en los medios de comunicación de las clínicas reparadoras de las erecciones imposibles. Es liviana de entender. Uno se imagina el tiempo de asueto como un festival de luz y de colores. Pero al punto que instalado en el destino de playa descubre que los marronazos del día a día todavía se subieron al maletero y ahí siguen, sólo que disimulados entre bañadores, cremas protectoras y pescado congelado servido y cobrado en los chiringuitos al precio del fresco. Así que con la dorso a lo ordinario es comprensible que haya un ejército de individuos decididos a tomar cartas en el asunto para beneficio de abogados y fabricantes de pastillas de la pasión.
Al Barça este año las ocio siquiera le han sentado todo lo proporcionadamente que debían. La plantilla vuelve al trabajo y la casa sin barrer y la escoba en el armario. No es para desesperarse, cierto. A fin de cuentas el mercado de fichajes se asemeja a una partida de póquer y las últimas manos siempre resultan ser las más decisivas. Sólo que estamos sentados en la mesa de los pobres y no jugamos con toda la baraja. Si la fortuna nos sonríe puede que alcancemos a sacar una pareja y si el destino se desmelena incluso un trío. Pero de la parte víctima del palo. Los ases y las figuras con máxima proyección de futuro se juegan en otras partidas, no en la que disputa el Barça en estos momentos.
Esta incapacidad de manejarse en el futuro es lo que hace del fútbol el mejor de los pasatiempos
Llega el turno de refrigerio para los aficionados. Nos vamos con la esperanza de que en las próximas semanas, entre ola de calor y ola de calor –lo que toda la vida habíamos llamado verano-, se nos darán a conocer novedades con las que iremos construyendo el portafolio de la próxima temporada. Vamos a entregarnos a las rutinas habituales de cada verano. Aceptar que los medios se encarguen de convertir a jugadores malos en buenos, los buenos en excelentes y a los excelentes en extraterrestres. Todavía a ilusionarnos con los primeros partidos de pretemporada, hasta conseguir a la conclusión de que tenemos equipo, preparador, unión directiva y hasta un diferente de Bansky en cada retrete del estadio.
Luego, a la dorso, encajaremos la ingenuidad que nos toque conducirse. Que será mejor o peor pero en ningún caso como la habíamos imaginado. ¿Y saben qué? Es una suerte que así sea porque esta incapacidad de manejarse a ciencia cierta en el futuro es lo que hace de la vida un maravilla y del fútbol el mejor de los pasatiempos. Prometámonos a nosotros mismos que, pase lo que pase, la temporada que viene vamos a intentar pasarlo en amplio. Ya sea porque lloremos de contento o porque riamos por no fluir. Y un consejo, hagan acopio de pastillas maravilla ayer de las ocio. Sabiendo lo que va a sucederles no es necesario que esperen al regreso.
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