Los medios asumen una necesaria exigencia de ética pública: divulgar contenido es acomodaticio, pero lo verdaderamente difícil, la tarea imprescindible del buen periodismo, es mudar esa información en un producto de calidad, profesional y prudente”. La frase no es de ningún mentor del periodismo, ni de ningún sociólogo de moda. La pronunció ni más ni menos que Felipe VI en la entrega de los premios Mariano de Cavia en la sede de Abc el pasado jueves. El deseo que planteó el dirigente del Estado está muy acullá de ser la verdad del mercado periodístico contemporáneo en España. La digitalización ha facilitado la aparición de centenares de medios que, con muy poca inversión, están en condiciones de ofrecer toda clase de informativo que están muy acullá de los mínimos parámetros de ética y verdad que exige nuestro compromiso profesional.
Los audios de las conversaciones del excomisario José Manuel Villarejo con distintos políticos o policías han revelado que toda esta trama ha podido sufrir a buen puerto sus campañas de intoxicación e invenciones porque han contado con periodistas y medios de comunicación dispuestos a publicarlos. Todavía hoy es acomodaticio rastrear la mano de esta trama en la firma de algunas informativo que aparecen en distintos medios reputados. Sobre este tema parece que nadie se da por enterado y ni los colegios profesionales, ni asociaciones de periodistas ni, por supuesto, los propios medios de comunicación señalados han rajado la boca para denunciar las manipulaciones o para defenderse.
Al final, se extiende el descrédito a toda la profesión, que es hacerlo incluso a todos los medios, incluso a los que tuvieron entrada a ese tipo de información y no la quisieron propagar porque no cumplía los mínimos requisitos para ello. Todos nos equivocamos cada día. Y atreverse el enfoque de cada tema, si merece ser publicado o no y su amplitud definitiva es un prueba enredado que no siempre es consumado. Pero la publicación de información tendenciosa a sabiendas de su origen fraudulento es otra cosa. Y delante esta situación no se debería estar callado, porque Villarejo no hubiera acabado sus objetivos sin contar con sus cómplices periodistas.
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