En Catalunya y el resto de España, casi todas las ventanas tienen su persiana, cortina, estor o postigos. Si perfectamente son muy enseres para evitar que el sol nos caliente demasiado la casa, incluso tenemos la costumbre arraigada de descabalgar las persianas por la perplejidad, para evitar las miradas indiscretas de los vecinos.
¿Por qué en Europa las persianas son residuales?
En primer área hay que distinguir entre dos motivos de derrotero muy diferenciado: los puramente climáticos y los culturales. En el primero de los casos es más obvio de entender. El estado gachupin es la zona de Europa con más horas de sol anuales, casi el doble que en países más septentrionales, como el Reino Unido o Bélgica.
"No descabalgar las persianas en agosto en cualquier área de España es una postura casi suicida, las temperaturas que tenemos que soportar en verano pueden datar perfectamente a los 40 grados centígrados", explica el sociólogo Juan Carlos Barajas a su blog Sociología Divertida.
En nuestro país, cerrar las persianas durante el día nos ayuda a ayudar la casa fresca, sobre todo en verano, y evita que entre el frío durante los meses de invierno.
Las razones culturales que nos hacen descabalgar las persianas por la perplejidad
Si las razones para subir o descabalgar las persianas fueran puramente climáticas, mucha clan no las bajaría por la perplejidad, sino que las dejaría muy abiertas porque entrara la frescura nocturna.
La cuestión es que, adicionalmente del control térmico, incluso se usan para el control de la privacidad y evitar las miradas ajenas. "Cerramos los visillos traslúcidos durante el día para que entre la luz pero no la curiosidad de los otros, y al atardecer, cuando encendemos la luz de casa y fuera es anfibológico, cerramos las persianas porque no nos vean. Nuestra casa es nuestro castillo, el templo venerable de nuestra privacidad", explica Barajas.
En la civilización mediterránea domina la influencia del catolicismo, que siempre se preocupa mucho por el que dirán y la vida privada transcurre de puertas adentro. Una vez en casa, nadie tiene que ver nadie de lo que hacemos o dejamos de hacer.
Esta es la postura que nos lleva a esconder si nuestra casa es rica (la ostentación es vanidad: un pecado mal trillado) o si vivimos con penuria. Siquiera nos gusta que nadie sepa de nuestra miseria. Las persianas nos desconectan del extranjero y ya tenemos interiorizado aquello que "las cortinas visten mucho un aposento".
En Europa son diferentes
Los países del centro y del septentrión del continente se rigen por otras creencias. "La ética protestante favorece un diálogo directo con Altísimo sin intermediarios. Altísimo, que está en todas partes, ya me juzgará: ¿por qué me tengo que preocupar por lo que piensen los otros?", razona el sociólogo.
Barajas añade que, "para los protestantes, ser rico es prestigiar Altísimo, por lo tanto, no hay miedo de la ostentación. Del mismo modo, ser escueto no es una vergüenza, puesto que cumples con el destino que Altísimo te ha poliedro, por lo tanto, ¿por qué tenemos que deteriorar el mosca en cortinas para esconder la pobreza?".
Por otra parte de esto, la mentalidad europea es de no esconderse nunca. "Si no tengo nadie que esconder, ¿por qué tengo que tapar las ventanas?". De hecho, el experimentado considera que ambas opciones son válidas para ayudar la reputación.
Por un flanco, escondiéndonos detrás de cortinas y persianas, nadie podrá opinar que nuestro comportamiento es incorrecto, porque no lo verán. Y por otro flanco, con la transparencia, si dejamos que todo el mundo vea casa nuestra y lo que se hace, todo el mundo podrá comprobar que tenemos una conducta moderado. "En entreambos casos hay una sumisión al control social", concluye.
Juan Carlos Barajas añade en su blog que ninguna de las actitudes con las persianas es buena ni mala, sino que son maneras de poblar. Ahora perfectamente, le da la impresión que "los del septentrión llevan sus vergüenzas en las habitaciones sin ventanas o en los sótanos".
Este artículo se publicó el 10 de julio de 2022
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