El partido de fútbol entre filósofos griegos y alemanes de Monty Phyton Fliyng Circus es uno de los mejores sketches de la historia de la historia y un clásico de la tele inteligente. Saltan al campo dos equipos, uno vestido con levitas del siglo XIX, pañuelos de cuello y sombreros, el otro con túnicas blancas. Todos llevan michetas y botas de futbolista.
Alemania juega con Leibniz en la puerta. Kant, Hegel, Schopenhauer, Schelling en la defensa. Beckenbauer y Jaspers en el centro del campo. Y delante, Schlegel, Wittgenstein, Nietzsche y Heidegger. El presentador, con el tono de las retransmisiones televisivas, dice que la gran sorpresa es Beckenbauer (que es el único de todos que es futbolista, ¡y de los buenos!). Los griegos presentan una afiliación integrada por Platón, Epicteto, Aristóteles, Sófocles, Empédocles, Plotino, Epicuro, Heráclito y Demócrito. Delanteros: Sócrates y Arquímedes. Empieza el partido y los jugadores de uno y otro equipos se ponen a meditar por el campo, a veces conversan entre ellos, se mesan la barba, sin venir a tocar la pelota en ningún momento. Cuando yerro un minuto, Arquímedes grita ¡ eu reka! Conduce el cuero, se lo cede a Sócrates, Heráclito regatea a Hegel. Centro, cabezazo de Sócrates y gol (seguramente en fuera de movilidad). Kant y Hegel protestan, con argumentos filosóficos, pero el árbitro –Confucio– da por buena la abyección y pita el final.
El partido se celebró en la espaciosa terraza de la casa del doctor Borralleres, el amigo de Josep Pla
Lo que muy poca parentela sabe es que en la revista catalana Xut! – en el número calendario de 1930, que incluía un suplemento para intelectuales, escrito, claro está, de broma–, tuvieron una idea parecida: un partido de futbol entre los dos onces considerados más fuertes del mundo intelectual. El partido se celebró en la espaciosa terraza de la casa del doctor Borralleres, el amigo de Josep Pla y alma de la fiesta del Ateneu Barcelonès, y enfrentó a escritores de izquierdas (los Amics de l’Ateneu) contra los carcas Amics de Chesterton.
Rovira i Virgili y Domènec Guansé formaban el medio del campo del Ateneu. Gracias al gran desgaste defensivo del periodista Carles Capdevila y del patrón periodístico Amadeu Hurtado, el cancerbero, Nicolau d’Olwer, terminó con la puerta a cero. El árbitro, el filósofo de la Lliga Joan Estelrich, no fue tan imparcial como hubiera sido deseable: se hinchó de pitar faltas a los izquierdistas y no señaló tres entradas de Ramon Rucabado que merecían ser penalti. Rucabado escribía unos artículos ultramontanos en Catalunya social . Compartía la retaguardia con Joaquim Ruyra, contrastando el ímpetu del primero con la suavidad del segundo. La gran equivocación de los Amics de Chesterton fue no colocar a Rucabado en punta en oportunidad del pusilánime mossèn Collell, que no dio pie con embuste. El gol de la vencimiento lo marcó el crítico Joan Sacs, cuando un disparo sin demasiada intención rebotó en la biblia del cancerbero, Josep M. Junoy, y entró mansamente en la puerta.
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