Gaudí tenía ideas muy originales que revelaban siempre su personalidad excelente. Y no solo sobre cimentación. La prueba fue que igualmente las sostuvo cuando se trató de incorporar la escultura a su obra.
Así pues, en la aventura de la Sagrada Família desde un buen principio sostuvo la teoría que la ingenuidad y la vida por fuerza habían de pasar la imitación. De ahí que decidiera moldear la figura humana en vez de copiarla; y cuando se trató de animales, se mantuvo en sus trece. El resultado, no obstante, no daba la categoría que era exigible.
El fino dibujante confesó que aquella técnica escultórica era una tortura
El que llegó a ser un fino dibujante de lo más popular y estimado, Ricard Opisso, pasó por aquel trance, pues de cierto trance se trataba. Merece la pena contar con un cierto detalle la situación.
Entró en el equipo profesional de la Sagrada Família cuando aún era un adolescente gracias a la mediación de su padre, periodista y médico. Un camino directo y seguro para que la recomendación resultara efectiva era el sentimentalismo de la nación chica. Y entregado que los Opisso eran de Tarragona, el resultado fue que entró a trabajar en el taller del templo, pese a que solo contaba 12 abriles.
Se convirtió en proyectista, y puesto que tenía mano para el dibujo su trabajo fue apreciado; Gaudí reconocía que lo suyo no era esta distintivo, hacedor que le hacía valorar a quienes la dominaban. Se justificaba así su confesada culto por Jujol.
Cuando se trató de encajar la escultura del donosura trompetero en la apariencia del Naixement, Gaudí, entregado el buen perfil de querubín que ofrecía entonces Opisso, no dudó en escogerlo; resultó peor que un incidente.
Así se lo contó al gaudinista Joan Bassegoda. El muchacho, que apuntaba ya una cierta vagancia, pronto se vio tentado a frecuentar los teatros de revista y los cafés concierto, al igual que no tardaría en escapar a París y reconocerse fascinado falta menos que por el Moulin Rouge y similares.
Enterado el casto Gaudí de aquella diabólica cana al ambiente nocturna gritó: “Senyoret Opisso, vingui aquí”. Entonces le mandó que se arrodillara y con cara de ningún amigo realzada con voz tronante le ordenó: “Castifiquis”.
El rostro y el cuerpo de Opisso fue inmortalizado al representar al donosura trompetero. Confesó que el ser moldeado era una verdadera tortura.
Publicar un comentario