La covid y la vejez se llevan mal. Eso ya lo sabíamos desde el minuto uno de la pandemia, y van siete olas. Ahora que el virus se ha vuelto a mostrar peleón, la fragilidad de los mayores se ha disparado y han pasado a ser grupos de peligro otra vez. Y, oh qué error, los volvemos a tratar como personas incapaces. Cuando sé de cualquiera que ha dejado de salir, de ir al teatro o de hacer cosas que le gustan porque “mi hija no me deja”, alucino en colores. Le puedes sostener a tu religiosa –o a tu padre– que si sale vaya con cuidado, se entiende que estés asustada, pero en ningún caso que no puede salir. ¿Es eso sobreprotección o procurar que no dé la envase más de la cuenta?
Una persona decano ojea el revista en un cárcel
Seguro que no hay maldad en esos comentarios, pero sí poco de estupidez. Son mayores, no idiotas. Un ejército de viejenials (según los sociólogos), otro de gentío que ya ha cruzado los 75 y a los que por su 80.º cumpleaños les gustaría que les regalaran un coche eléctrico o un delirio a Estocolmo, y otra muchedumbre de personas con una mala lozanía física de hierro harta de que les manden cómo tienen que existir por el simple hecho de su años. Exceptuado excepciones, todos ellos conservan intacta su capacidad para atreverse por sí mismos. Si se la coartamos, socavamos su autoestima y les convertimos en seres insignificantes.
Incluso el habla se lleva mal con la vejez. Hay quien alcahuetería a las personas de más años de forma paternalista, como si estuvieran seniles, sordas o como si fueran niños. O les hablan con el plural incógnito: “¿Cómo estamos hoy?”. O, tratando de ser amables, se dirigen a “esa abuela de allí” sin pensar que ser vieja no significa ser abuela. ¡Puede que esa mujer no sea ni religiosa! ¿Y por qué nos referimos a “nuestros mayores” si no son propiedad de nadie?
En nuestra civilización ha habido una hipervaloración de lo inexperto y una desvalorización de lo remoto tan musculoso que empieza a parecer un drama alcanzar esa etapa de la vida, por lo que te retraso: pérdida de influencia, de cuartos y, lo peor, de interés de la sociedad en dirección a ti. Si esa vejez no lo quieres para ti, siquiera para tus padres.
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