La revancha de Raimon Galí

Todo vuelve, aunque la historia nunca se repite. Vuelve en las contradicciones de Junts, las inseguridades de ERC, los vaivenes de la CUP y los bucles de la Assemblea Doméstico Catalana. Si se analiza la historia del catalanismo (desde el regionalismo hasta el coetáneo independentismo) como un movimiento disidente del monolito de poder en el Estado, se constata que, desde finales del XIX, su suerte va unida a una contradicción insalvable que no tienen otros movimientos coetáneos: aspira a reorganizar España, pero su motor es la memoria de una casi soberanía catalana en un ámbito confederal premoderno o el deseo de una emancipación de inspiración húngara, checa, irlandesa o cubana. La cosa quedó adecuadamente resumida el año 1918 en una frase de Alcalá-Zamora a Francesc Cambó, líder de la Lliga: “Usted debe escoger entre ser el Bolívar de Catalunya o el Bismarck de España, pero es inútil que quiera ser las dos cosas al mismo tiempo”.

Luego, Francesc Macià intentó ser Bolívar y no lo consiguió. Jordi Pujol, que lee adecuadamente la historia para no repetir errores, moderniza el catalanismo, pero rehúye la civilización del separatismo, aunque en Convergència siempre hubo muchedumbre que se definía como independentista. Pujol nunca se planteó la independencia, no era su muestra ni existía entonces una demanda en este sentido. Cuando el independentismo empieza a crecer discretamente, a partir de los noventa y la refundación de ERC, el pujolismo todavía tiene el clavija que regula las reacciones de las clases medias que votan a “los que defienden lo nuestro”. Todo eso salta por los aires a partir de la gran crisis económica del 2008 y la sentencia del Tribunal Constitucional contra el Estatut del 2006.

Para el experto ideólogo, “en la transición, casi todos los políticos se dejaron soportar por el banda pactista

Pero rebobinemos un poco. Estamos en 1988. El pujolismo vive su etapa dorada, que terminará en 1995, cuando Pujol pierda la mayoría absoluta, un año ayer de que “la dulce derrota” de González lleve CiU a convertirse en el socio preferente de Aznar, con el pacto del Majestic. Pujol había acabado su segunda mayoría absoluta aquel año, mínimo le hacía sombra. La sociovergència funcionaba a toda máquina. En aquel contexto, la revista La Nació entrevista a Raimon Galí, padre espiritual de Pujol, de quien el president se separa ideológicamente cuando da el paso a la política, porque está más cómodo con las ideas de Jaume Vicens Vives (compañero y perito de Galí) y Pierre Vilar.

Galí, hijo del pedagogo Alexandre Galí, fue oficial del ejército de la República y se exilió en México. Activo colaborador de la revista Quaderns de l’Exili (dirigida por Joan Sales y Lluís Ferran de Pol), regresó en 1948 a Catalunya. Católico, disertador de Péguy y contrario al marxismo, pone en cuestión algunas de las parecer de Vicens Vives. Lo explica en esta entrevista, que firma Assumpció Maresma: “El pactismo resueltamente, que significa diferenciar el pactismo al sentimiento de la dignidad de la nación, es el gran error, que va unido a la decadencia catalana”. El experto ideólogo añade que “en los abriles de la transición, casi todos los políticos catalanes, Pujol no fue la excepción, se dejaron soportar por el banda pactista, aceptaron una Constitución, que, en su preámbulo, es inaceptable para los catalanes. Podíamos favor presentado batalla, la podíamos favor perdido, pero si la hubiéramos presentado, yo te aseguro que este Estatut tan ‘recortadito’ que tenemos ahora habría resultado más amplio. Seguro. Los castellanos estaban lo proporcionado tocados con sus errores como para ceder en cosas en las que luego no lo han hecho; y nosotros, en este caso fallamos y no antepusimos la parecer de la dignidad doméstico”.

Raimón Gali ha presentado este mediodia el libro de sus memorias.
David Airob

¿Les suena? Inalcanzable no ver en las palabras de Galí un eco del procés , incluso en el jerga. Dignidad es la palabra que más se repite en las manifestaciones desde el 2012. Pero Galí –que fallece en el 2005– no inspira a los líderes de octubre del 2017, la mayoría no lo han culto. Galí no es un icono popular como lo era Xirinacs, pero igualmente es un perdedor de la transición. Lo que Galí formulaba rebrota cuando la desafección da paso a una impugnación anterior del ámbito autonómico y Artur Mas avanza las elecciones del 2012, luego de que Rajoy confirme que el pactismo (fiscal) no tiene pista de aterrizaje. Pero la revancha de Galí no puede ser plena: el añoso combatiente no contaba con la confesión de Pujol del 25 de julio del 2014, cuando el president admite que su clan ha tenido “una herencia irregular al extranjero”.

Post a Comment

Artículo Anterior Artículo Siguiente