Los peligros del edadismo

Con demasiada frecuencia no tratamos a nuestros mayores como se merecen. Lo hemos pasado, por desgracia, durante las primeras olas de la covid, cuando las residencias fueron abandonadas a su suerte. Más allá de eso, además demasiado a menudo los tratamos con paternalismo y como ciudadanos de segunda y olvidamos que siguen siendo precisamente eso, ciudadanos, con sus derechos plenamente intactos.

Por otra parte, no todo el mundo envejece igual, ni la parentela anciano de hoy en día es como la de hace 30 o 40 abriles. Sin duda, llegamos mejor y con más facultades y capacidades a edades cada vez más avanzadas. Por eso no son de recibo las dificultades sin motivo con las que a veces se encuentran solo por tener muchos abriles a sus espaldas. Que les pidan el aval de un hijo para financiar la importación de un coche o que los médicos ni les pregunten qué les pasa cuando acuden al médico y prefieran preguntárselo a quien les acompaña son muestras de edadismo que no deberían suceder. Los mayores tienen abriles, pero eso no les convierte en menos válidos.

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