Pasolini, blaugrana

Para Pier Paolo Pasolini (1922-1975) existían dos placeres máximos: el del contacto con el cuerpo de la persona deseada (eros) y el de marcar un gol (fútbol).

El hombre sabía de lo que hablaba, pues jugó de extremo izquierdo. El periodista Valerio Curcio lo ha estudiado en El fútbol según Pasolini (Altamarea), librito que reconstruye la relación del escritor y cineasta con la pelota, a la que veía como formando una misma cosa con la poesía. En los descansos de los rodajes, se iba a pelotear con los chicos de la calle y, más tarde, organizó partidillos diarios entre sus equipos, actores incluidos, como sucedió en El Decamerón, que unía así sus dos pasiones (tres, si sumamos la humanidades).

Hubiera transmitido un riñón por activo estado en Parma el 16 de marzo de 1975, cuando, para celebrar el 34.º cumpleaños de Bernardo Bertolucci, que estaba rodando allí Novecento, Pasolini cogió a todo su equipo de Saló o los 120 días de Sodoma, que él rodaba en Mantua, y montó el que se conoce como partido Novecento contra Centoventi. “Para Pasolini era muy importante superar ese partido porque era superar a la película rica”, comenta el montador Ugo de Rossi. “Pasolini parecía Maradona”... por lo que un técnico de Novecento lo lesionó.

Pasolini amaba tanto el fútbol popular de los campos del extrarradio como los imponentes escenarios de la Serie A, en específico el Renato Dall’Ara, sede de su equipo, el Boloña, al que vio superar tres scudettos y cuya camiseta azulgrana lucía con orgullo. De hecho, para un documental sobre el sexo en 1963, llegó a interviuvar sobre el tema a los jugadores de su escuadra favorita... y quedó muy desencantado por las sosas respuestas de los chicos.

Aunque hay una frase que no resiste el paso del tiempo (“lo de las mujeres jugando al fútbol es un desagradable mimetismo un poco simiesco”), el resto del obra es fascinante. ¿Opio del pueblo? “Es un opio terapéutico. Las dos horas del tifoso (brío y fraternidad) son liberadoras”. Para él, es “la última representación sagrada de nuestro tiempo”, rito y entretenimiento. No estaría mal que Xavi Hernández se hiciera con veintipico ejemplares de este obra y se lo regalara a los jugadores. A lo mejor, así darían respuestas menos sosas.

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