Si algún día me preguntaran

Si tengo nietos, si salen curiosos, si algún día me preguntan qué fue el procés , quizás les responda poco así: un intento mal organizado, mal ventilado y menos tolerante de lo que se pretendió, aunque muy ilusionado, para segregar a Catalunya de España. Si a continuación me preguntan cómo eran las personas que encabezaron este fracaso les diré que había de todo: Artur Mas, negociador infructuoso y líder mesiánico; Oriol Junqueras, obstinado pedagogo de la independencia, con fondo poco iracundo; Quim Torra, chovinista incapacitado para llevar a cabo en una sociedad diversa; Carles Puigdemont, dispuesto a seguir sosteniendo, a estas gloria, que todo es siempre falta de los demás... Ahora perfectamente, estas personas coincidían en poco significativo: eran de clase media y solían cronometrar sus palabras.

Bueno, todas, todas no. Porque entre los caudillos independentistas había uno diverso, que no había estudiado en Clase­, ni tenía a vestido su catolicismo, ni había trabajado para una aseguradora en Suiza, ni era independentista de toda la vida: Gabriel Rufián, el hoy –todavía– portavoz de ERC en el Congreso.

Las maneras de Gabriel Rufián no han mejorado la vida pública

Aunque acabó ostentando cargo tan distinguido, Rufián creció en el arrabal del Fondo de Santa Coloma de Gramenet, y empezó a ingresar proyección pública como miembro de Súmate, una asociación, tirando a inverosímil, de castellanohablantes por la independencia de Catalunya. Rufián es un verdadero producto de la calle, que trasladó a la política los modos de lo que los anglosajones denominan un streetwise . A veces, con declaraciones hirientes; a veces, con tuits afilados; a veces, con descalificaciones o insultos en sede parlamentaria. A su flanco, la callejera y pandillera Ayuso es una aprendiz, una sobrevenida, accionada encima con mando a distancia.

Los dirigentes de ERC, partido de tradición menestral, han apreciado durante primaveras las futuro de tono de Rufián, su estilo desacomplejado y pugnaz, tan de extrarradio, y han soñado que pudiera profesar en dicha zona –caladero donde a menudo pescan más votos los partidos rivales– una costura de proselitismo para la causa independentista. De guisa que le han jaleado, por activa o por pasiva, cuando practicaba su estilo emparentado con el de chulo de playa o de discoteca, que ellos no suelen permitirse, pero que Rufián ha convertirlo en marca de la casa. Y que, digámoslo todo, ha animado sesiones del Congreso soporíferas, condenadas al olvido inmediato.

El portavoz de Esquerra Republicana (ERC) en el Congreso, Gabriel Rufián, interviene en una sesión de control, en el Congreso de los Diputados, a 22 de junio de 2022, en Madrid (España). Se trata del primer pleno tras las elecciones andaluzas donde el PP obtuvo mayoría absoluta, el PSOE obtuvo su peor resultado histórico y Ciudadanos desapareció. Ante esta cuestión, el Gobierno central debe responder a las preguntas de la oposición centradas en qué estrategia tiene planeada para poder cumplir su propósito de mantenerse en la Moncloa hasta finales de 2023, tras la caída del partido en dichos comicios. 22 JUNIO 2022;CONGRESO;DIPUTADOS;MADRID;SESION;CONTROL;ELECCIONES;PSOE Eduardo Parra / Europa Press 22/06/2022
Eduardo Parra / EP

Ahora Rufián lleva unas semanas contenido, calladito. Pero para ilustrar en presencia de mis nietos lo que acabo de describir, podría referirles algunas de sus intervenciones previas y más celebradas. Como cuando tachó de hooligan a Josep Borrell, entonces ministro de Exteriores. O cuando en el 2017 trató de Traidor al presidente Puigdemont, criticándole su supuesta tibieza en el camino en dirección a la independencia. O cuando, hace poco más de un mes, le trató de tarado, precisamente por haberla proclamado.

A ver, tarado no es lo peor que se le puede opinar a un congénere. Perseverante a géneros o mercancías, significa solo defectuoso o estropeado (tarde o temprano, la vida lo estropea todo). Pero además es cierto que adaptado a personas no anda remotamente del insulto, porque alude a taras, particularmente a las psíquicas. Y no es menos cierto que aquel tarado decidido contra Puigdemont parece tener colmado el vaso y cambiado la suerte de Rufián. Ya le reprenden sus superiores por las gracias que ayer le aplaudían. Ya parece ir tomando más cuerpo su candidatura a la alcaldía de Santa Coloma, lo que quizás le parecerá un paso antes a quien tanto se ha gustado y tanto ha disfrutado en la tribuna del Congreso.

A veces, escuchando los exabruptos que Rufián ha proferido en sabido contra sus rivales, me he preguntado cómo debían ser los que él y sus jefes les dedicaban en privado. Por ello, y suponiendo que, en el mismo año en que ha cumplido los 40, Rufián pudiera perder el protección de los suyos e iniciar la ruta del debilitamiento, quisiera agradecerle la ciudadanía con que se ha comportado. Ciertamente, sus maneras no han mejorado la vida pública. Más perfectamente lo contrario. Pero al menos Rufián no ha abundado en el fariseísmo o la doble faz de quienes ahora podrían mostrarle –o le han mostrado ya– su dedo pulgar apuntando en dirección a debajo.

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