Que la edad no sea un límite

La familia vive cada vez más abriles. La esperanza de vida española es una de las más altas del mundo. Cada vez hay más ciudadanos de setenta, de ochenta y de noventa abriles con perfecta autonomía física y mental. Este colectivo social exige ser tratado sin discriminaciones por razones de vida.

La sociedad no ha asumido todavía la persistencia como poco común. Eso sucede muy especialmente en el ámbito retrete. En más de una ocasión, por ejemplo, en función de la vida de una persona, ya no se hace por ella lo mismo que se haría por una persona más muchacho. La frase de “para la vida que tiene…” se oye con demasiada frecuencia. Muchos jubilados se ven obligados, asimismo, a renunciar a la sanidad privada porque los seguros de salubridad cobran las primas más altas a la familia de anciano vida, aunque hayan pagado toda la vida las cuotas correspondientes.

La sociedad no se ha adaptado a la persistencia de buena parte de la población

Hay bancos que no conceden créditos a los mayores si no están avalados por terceras personas, ya sean hijos, nietos o amigos. La digitalización del sistema financiero y de las administraciones públicas margina además a las personas de más vida. Siquiera se puede arrendar un coche si tienes más de 75 abriles, pese a tener carnet en vigor. El DNI perpetuo que se concede ahora a los mayores de setenta abriles no es aceptado por las plataformas y servicios digitales. Muchas personas mayores son convencidas por sus círculos más cercanos de que, a partir de cierta vida, los hijos u otro corriente deben arriesgarse o dirigir sus caudal sin contar con ellos, cuando todo el mundo tiene capacidad de llevar a cabo por sí mismo hasta que fallece. No se han desarrollado siquiera suficientemente fórmulas legales, con la protección necesaria, para convertir en solvencia el reducción de toda la vida, que es la vivienda en propiedad. Los mayores están obligados además a retirarse o jubilarse y sus opiniones, experiencia y conocimiento no se tienen en cuenta.

Las citadas son algunas de las discriminaciones que sufren las generaciones longevas. A la sociedad le cuesta confesar que son ciudadanos con los mismos derechos que los demás. En Estados Unidos, los colectivos de personas mayores conforman lo que se conoce como el poder anodino (por las canas). Aquí empiezan ya a movilizarse para defender sus intereses. La campaña por el poder adquisitivo de las pensiones, la iniciativa “Soy envejecido pero no idiota” contra la brecha digital en el sector bancario y la plataforma “Envejecer con derechos; que la vida no sea un periferia” son solo los inicios para obtener un trato sin discriminaciones por razones de vida avanzadilla. Queda mucho por hacer. Lo primero es que la sociedad tome conciencia de ello.

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