Sin encierros

Una masa humana que corre para evitar la embestida de unos toros que huyen cerca de una crimen inesperada y precedida de torturas. En un esfera saturado de adrenalina, trinque y alguna droga más; muy propicio para que se produzcan lesiones, a veces fatales, y afloren las bajezas de más de un asistente.

Este año no hubo manadas , pero sí 188 denuncias de abusos sexuales. Esto es, en epítome, el toril. Costumbre medieval, cuyo interés, a pesar de la fascinación incomprensible que despertó en intelectuales como Ernest Hemingway, no debería ir más allá de la antropología.

Agustí Arasanz Julià

Suscriptor Vilassar de Dalt

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