Hemos interiorizado el concepto “otoño caliente” como una fase socioeconómica del calendario. En origen, la expresión viene de Italia, de las luchas sindicales y obreras de finales de la decenio de los sesenta. Ahora nadie acento de otoño caliente porque estamos demasiado ocupados preparándonos para lo que el Gobierno ha adulterado como “invierno complicado”. La carga semántica de estas consignas nunca es inocente. La razón por la cual se acento poco de otoño caliente debe tener que ver con la sospecha de que, sobre el papel, no podríamos soportar empalmar dos estaciones adversas.
El otoño caliente en seguida invita a imaginar conflictos, huelgas, protestas y tensiones en la calle. Pero ya tenemos la suficiente experiencia para, desde finales de los sesenta,
ocurrir contrario el estabilidad entre la idea abstracta y la sinceridad tangible. En cambio, no sabemos si el invierno complicado será catastróficamente complicado o apocalípticamente complicado. Pero no hay que ser un sabio para intuir que el calificativo complicado es un parecido, casi eufemístico, de problemático. Si el Gobierno anunciara un invierno problemático, influiría en el humor colectivo y las hipótesis de confianza que mantienen la heredad en un estado mental parecido al de la ruleta rusa. Calificarlo de complicado no es una mentira pero maquilla el peligro del pánico y nos invita a percibir lo que está por venir con un sospecha preventivo.
Si el Gobierno anunciara un invierno problemático, influiría en el humor colectivo
Por experiencia sabemos que el futuro de las últimas décadas siempre se ha definido por una deriva permanente en dirección a problemas inciertos. Quizá por eso, aceptamos que se hable de complicación, sobre todo teniendo en cuenta que complicación incluso significa “poco difícil de entender y de explicar”. El calificativo, pues, es pertinente. Hilván observar el esfuerzo de pedagogía/propaganda con el que los gobiernos europeos nos están preparando para restricciones energéticas y amputaciones económicas para intuir que el invierno será difícil de entender, de explicar y, sobre todo, de digerir. ¿Diferencias entre un invierno complicado y un invierno problemático? Trasladémonos a un ámbito más cercano y preguntemos qué preferimos: ¿tener tratos con una persona complicada o con una persona problemática?
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