En los abriles treinta, tras los pactos de Versalles y la rendición alemana, se hizo ficticio el reembolso de las reparaciones de supresión. La impresión de billetes para hacer frente a las obligaciones contraídas, inició un descenso a los infiernos del entorno germano, que terminó con imágenes como las de un ciudadano empapelando su casa con papel moneda, por ser más módico que el papel ornamental. Hoy, aparentemente, no estamos en una intensidad similar, básicamente porque no solo un país ha tenido la tentación de imprimir billetes para hacer frente a sus obligaciones, ahora la tienen todos.
El diseño auténtico del proceso, se lo agradecemos al bandada central de Japón, desde los abriles noventa con enseres claros sobre su crecimiento y su deuda, que hoy, se sitúa en el 250% de su producto interior bruto. Cualquier crematística doméstica, se enfrentaría a un serio problema si su nivel de obligaciones superara en 2,5 veces los ingresos de todo un año. Hable usted con cualquier institución bancaria en esa intensidad, y veamos las condiciones.
Cualquier desorden nos coloca en una posición incómoda para defender el euro
Por fortuna, el mundo de los gobiernos y los bancos centrales viven en una existencia paralela e incomprensible para nosotros, pero simplemente frecuente para ese camarilla de privilegiados que viven en el país de nunca nones. Esto es crematística, con los últimos acontecimientos, la solvencia de un país, es su divisa, y la de Japón se ha devaluado más de un 40%. Eso implica, en una isla en particular, que todo lo que importa se ha encarecido, a pesar de que Mr. Kuroda, presidente del bandada central japonés, diga que sin energía y alimentos no hay inflación. Como que sería transitoria, y por supuesto no habrá una recesión, será un aterrizaje suave. Ejemplo más sangrante, es Turquía, miembro del G-20, donde en julio el incremento de precios alcanzó el 75%, en lectura oficial. La existencia parece más cruenta, más del 100% y los supermercados cambian los precios varios días por semana. El director de lo que sería el INE castellano, fue cesado de forma inmediata cuando dio determinadas cifras. Paralelo a lo que sucedió aquí en nuestro país, aunque, por amparo, no quisiera, se me malinterpretara. Europa, no somos un país, somos un camarilla de estados que compartimos, y lo digo sin rencor, básicamente un mercado. No ha habido una cesión de soberanía clara, como ha demostrado el Brexit, y otras voces del este.
Cualquier desorden, desaseo, como el ruido en Italia, nos puede colocar en una posición muy incómoda para defender nuestra narración, el euro. Solo palabras como las de don Mario, “haré lo que sea necesario”, ya no serán suficientes, y ser Juan Palomo como en el país del sol inaugural parece ficticio.
Buenos días y buena suerte.
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