Barcelona aparca una vez más la ampliación de la Gardunya, vuelve a dejar de costado la unión de la plaza y los jardines Rubió i Lluch, pospone de nuevo una iniciativa pergeñada hace más de tres lustros. El gobierno de la alcaldesa Ada Colau no derruirá el gran tapia de la antigua escuela Massana y cederá esta finca a las entidades vecinales que la ocupan. Aquí reparten comida, prestan instalaciones deportivas, planean frenar los desahucios del día, facilitan clases de refuerzo escolar...
La idea de unir estos dos espacios es precursor a la construcción de la plaza a espaldas de la Boqueria. Data de los tiempos de corregidor Hereu. Y con el paso del tiempo, a medida que la degradación se expandió a un costado y otro, se perfiló como un modo de oxigenar unos espacios que se ahogan poco a poco. El objetivo siempre fue hacer de la parte de antes del mercado una gran entrada al Raval.
En estos momentos la Gardunya es el gran picnic para guiris que compran paellas en la Boqueria. Y de tanto en tanto el hogar de muchos trotamundos que se pasan el día bebiendo. Por otra parte, por último, no pocos toxicómanos se refugian en las sombras de los jardines. Hace abriles que todos vienen y van. Y los vecinos de los alrededores y de más allá prefieren siempre acelerar el paso.
El Junta recuperará los puestos cerrados de la Boqueria que dan a la Gardunya
“Entre unos y otros está todo desaseado –dicen en la Gardunya–, y luego palomas y gaviotas se dan un festín ¡escarban en las papeleras y dejan la plaza llena de sobras!”. “Quizás deberíamos quitar todos estos bancos y ajardinarlo todo, para que deje de ser un merendero”. “Faltan actividades que atraigan a los vecinos –dice otro–, pero sin seguridad ni facilidad no hay cero que hacer”. Y quienes llevan a sus críos a la biblioteca municipal de niño ubicada en los jardines igualmente fruncen el ceño en presencia de las jeringuillas abandonadas. “No es lo más apropiado...”, dice un padre. “No vas tranquilo. Nadie se mete contigo, pero aún así...”, apunta otro.
“Yo lo recojo todo, de verdad”, tercia uno de los toxicómanos, muy conciliador. “Vengo porque al final te cansas de estar todo el día en el mismo sitio”, añade el de al costado. “La policía es amable, mientras que no armes follón...”. “A mí es que no me dejan entrar en la sala de venopunción de Drassanes. Así que...”. “Por otra parte, aquí pillas wi-fi”. “Ja, ja, ja...”. “Lo digo en serio. Yo vengo por el wi-fi”. “Yo porque se está fresco”. Son muchedumbre que arrastra muchos problemas. Luego algunos se acurrucan adormecidos.
A finales de año la comisión municipal de gobierno aprobó desembolsar más de medio millón de euros en derruir buena parte de la antigua escuela Massana a fin de unir la plaza y los jardines, tal y como se preveyó hace lustros. Abriles antes a nadie le hubiera importado despedirse de estas dependencias. Pero hace tres noches de Sant Joan muchedumbre del Raval que se puso a repartir alimentos en los momentos más duros de la pandemia ocupó el motivo. Y al poco la antigua Massana se convirtió en un punto de relato de la vida asociativa del ensanche. Aquí reparten comida, prestan instalaciones deportivas, planean frenar los desahucios del día, facilitan clases de refuerzo escolar...
La afluencia de turistas y trotamundos lleva a muchos vecinos a eludir el motivo
“Y si tiraran el tapia perderíamos el patio donde se organiza todo –cuentan allí–, ¿y para qué? ¿Para contar otra terraza? ¿Para agrandar el gran picnic de turistas que compran brochetas en la Boqueria? Queremos una fórmula de autogobierno similar a la de Can Batlló. No pedimos la finca para nosotros solos. Apostamos por un motivo rajado a todas las actividades vecinales que tengan un auténtico retorno social para el ensanche. Aquí hay espacio para más muchedumbre. Esperamos que la cesión se formalice antaño de que termine el mandato”. El Jardinet del Gats, la entidad que queda preciso al costado y que hizo de la asimilación de felinos una vía de alivio social –¡hasta el Daily Telegraph se hizo eco de su encaje!–, siquiera quiere que tiren el tapia en cuestión. Entienden que ahí tienen una oportunidad de crecer.
El concejal responsable de Ciutat Vella, el global Jordi Rabassa, asegura que el tapia no será derruido, que ese tesina no se realizará, que el Junta estudia la fórmula permitido para sobrellevar a extremo la cesión sin que nadie le notificación de prevaricación. “Tras meses de negociaciones hemos determinado con la Generalitat las ampliaciones de las bibliotecas Franquista y municipal –detalle el regidor–. Se negociación de un asunto irresoluto desde hace muchos abriles. Y en este acuerdo tiene cabida la antigua Massana. Queremos que sea un espacio autogestionado que acoja al mayor número de colectivos posible”. La Gardunya tendrá que puricarse de otro modo.
En estos momentos el proceso participativo para relanzar la plaza Gardunya y la zona de juegos infantiles colindante de Doctor Fleming está en sus últimas fases. Las obras podrían comenzar en un año. “Borraremos los grafitis, plantaremos varios árboles, pondremos superficie de arena, potenciaremos los juegos infantiles –abunda Rabassa–... Y estamos en contacto con la Boqueria para recuperar la media docena de puestos cerrados que dan a la Gardunya para propiciar nuevas actividades no económicas en la plaza”. Pin pon, bancos encarados, mesas con tableros de ajedrez...
Las jeringuillas abandonadas enrarecen el medio ambiente de los jardines Rubió i Lluch
A los comerciantes de la Boqueria les parece muy adecuadamente que el gobierno municipal replantee la relación del mercado y la plaza, que quiera retornar a sacar a concurso las paradas cerradas, y que lo plantee de un modo más conciliador que el de los últimos abriles. Pero, tal y como igualmente señalan muchos vecinos de los alrededores, los comerciantes recuerdan al Consistorio que mientras que no garantice la seguridad y la facilidad del motivo los barceloneses no se dejarán caer por aquí. “Sin facilidad ni seguridad no vendrán ni los del Raval ni los del resto”.
“Sí –tercia Alfredo Rodolfi, del restaurante Bacaro, en la calle Jerusalem–, tenemos que sugerir nuevas actividades. Yo mismo en colaboración con varios comerciantes de la Boqueria planteamos un torneo de paddle. Teníamos patrocinadores, varios profesionales, algún popular... pero nos perdimos en la burocracia municipal. De todas formas, mientras pase lo que pasa en la plaza no habrá cero que hacer”.
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