El eco provocado por la crimen de Núria Feliu, hace dos semanas, ha servido para reivindicar su categoría profesional. En tiempos de inercias antifranquistas, ella eligió un patriotismo popular que no abrazaba el monocultivo marxista ni los activismos revolucionarios. Ojalá la restitución de los méritos de la Feliu se extienda a Josep Maria Andreu (1920-2014), autor de casi todas las adaptaciones de los grandes éxitos del jazz o del blusa que interpretó la cantante. Andreu es a las saber de las versiones en catalán de grandes canciones (norteamericanas, inglesas, francesas, italianas...) lo que Francesc Burrull fue a los arreglos. Su capacidad de intervención es proporcional a la discreción con la que ejerció como poeta o, por decirlo cómo le gustaba, autor de “palabras de canción”.
¿Canciones con saber originales de Andreu? Un ejemplo debería convenir: Se’n va anar. La cantaron Raimon y Salomé, los dos esquivando las presiones administrativas y los purismos orgánicos de la época. Escuchadla: maravilla constatar hasta qué punto el talento de sus compositores e intérpretes (Raimon, con una profundidad italianoide casi metafísica; Salomé, con una dicción rotunda, épica) la transforman en una obra maestra de género retardados. Pasados los primaveras, mantiene todas las virtudes de cuando fue compuesta.
Andreu es a las saber de grandes canciones lo que Burrull es a los arreglos
Como adaptador de grandes canciones extranjeras, Andreu fue brillante, dúctil, jugando siempre con la sonoridad del catalán y explotando sus atajos fonéticos. No solo traducía y adaptaba las canciones para que las pudieran cantar intérpretes como Núria Feliu sino que supervisaba las grabaciones en catalán con las estrellas de las versiones originales (Luigi Tenco, Rita Pavone...) Quedarán canciones como el Si un dia soc terra, el himno de los Juegos Paralímpicos, o una canción relativamente poco conocida de Lluís Llach: Temps i temps. Para los que deseen conocerlo como poeta, circulan recopilaciones tristemente descatalogadas, una de ellas con un prólogo de Joan Perucho en el que escribe: “Andreu, que heredaba los aires melancólicos de Salvat-Papasseit y Sebastià Sánchez-Juan, evocaba la poesía del suburbio y las calles y placitas, los sentimientos íntimos de la masa que no sabe qué ha venido a hacer a este mundo”.
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