La Familia

Uno de los propósitos habituales del verano (adicionalmente de adivinar una tira inútil de libros, ingerir sano y alguna pretención más) es utilizar para estar más con la comunidad y los amigos. Como el resto de los propósitos, acostumbra a perder el esmalte en seguida. Aquella semana en la costa con los primos con los que solo hablas por watsap puede convertirse en un averno de convivencia donde se mezcla a ver quién hace los baños y la Nochebuena en la que tu hermana insultó a la mía. Pero a menudo la peor burla viene de la comunidad más próxima. Adolescentes que entran y salen de casa como realquilados se convierten en verano en huraños haraganes tras el segundo día de peleas por los horarios y la higiene. Ha habido casos de padres y madres que se llegan a cuestionar uno de los axiomas intocables del país: la herencia.

Dejar todo lo que tienes a los hijos e intentar que a tu asesinato el patrimonio no se convierta en fuente de peleas es una de las bases más sólidas de nuestra sociedad. O lo era, gastado que las generaciones golpeadas por el prosperidad inmobiliario poca cosa más que deudas van a dejar a los hijos. “Un suelo para cada hijo y todo adecuadamente repartido” es un mantra que podría estar dibujado en un azulejo como los que ayer se ponían en la puerta de casa diciendo “Aquí vive uno del Barça”.

Adolescentes que entran y salen de casa como realquilados se convierten en verano en huraños haraganes

Esta mentalidad no sé si nos viene por ser un país católico, harto escaso o muy emparentado. Posiblemente una combinación de los tres, porque en el mundo anglosajón y protestante a menudo se deja a los hijos una buena educación y poco de efectivo para salir y el resto se da a atención o a alguna universidad. Con excepciones, como es el caso de la comunidad de Donald Trump, con un padre que enfrentaba a los hijos por efectivo. Estaríamos de acuerdo en que es un maniquí más próximo a los Soprano que, por ejemplo, al de los Gates. Bill Gates y la que hasta hace poco era su mujer, Melinda, hacen asiduamente generosas y milmillonarias donaciones a fundaciones benéficas de todo tipo. De hecho, el fundador de Microsoft acaba de anunciar su intención de donar el 95% de su fortuna a atención. Lo ha hecho tras su última donación: 20.000 millones de dólares para proyectos para mejorar la vitalidad, la educación y la pobreza en el mundo. “Donar efectivo no es para mí un sacrificio”, ha añadido. Se entiende: si ahora su fortuna es de 102.300 millones de dólares y donará un 95%, quedan unos 5.115 millones (más o menos como de euros), que no está falta mal para ir tirando.

Los impuestos de transmisión son uno de los temas recurrentes en los rifirrafes políticos del país. Desde la chulería de Madrid, que los ha eliminado del todo, hasta las cargas en Catalunya, donde avalar impuestos debería ser considerado tan autóctono y folklórico como la sardana y los castells.

Son todo nociones para la consejo, mirándose a la pupila o el chaval que has criado cara a cara en verano, para comenzar a considerar si no valdría más la pena designar heredera a la Asociación en Defensa del Sietecolores Global.

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