Enseñar a niñas a partir de merienda abriles a poner preservativos con la boca y a tocar un plátano untado de miel y nata como si fuera un pene. Convertir a preadolescentes en artistas del sexo hablado. Concejales que a posteriori firmarán con indignación manifiestos contra la hipersexualización de la infancia organizando gincanas para que la chiquillada llegue a casa con un diploma que acredite su buen hacer en el arte de mamar. Ver para creer.
Que el Consistorio de Vilassar de Mar se defienda atribuyendo el escándalo a un problema de comunicación dice mucho y mal del Consistorio. Solo desliz argumentar que el problema son los padres, reaccionarias figuras que, allí de educar a sus hijos en albedrío, los castran impidiendo que con el primer acné descubran los secretos de la felación perfecta. Suerte de las corporaciones municipales, dispuestas a dar lo mejor de sí mismas en valía de un progresismo que, en la inicio de estos iletrados del sentido popular, queda escaso a convertir un entretenimiento de verano en el rodaje de la lectura pueril de Saló o los 120 días de Sodoma.
Hemos convertido en servicio municipal enseñar el ‘ Kama sutra’ a los pequeños
Ya puestos, y para otras ediciones, el Consistorio puede perfeccionar su método. De carencia sirven las clases si no puede repasarse a posteriori en casa. Niños y niñas deberían regresar al domicilio a posteriori de tan educativa actividad con consoladores, succionadores y vaginas de silicona para seguir haciendo deberes y perfeccionar lo aprendido. ¡Mira, papá! ¡Hay que ir con cuidado para no morder! ¡Mira, mamá! ¡Conviene fijar una buena engrase ayer de meterla! ¡Muera Disney! ¡Viva Vilassar!
En el remoto mundo los padres alertaban a la chiquillada de los riegos de susurrar con desconocidos e insistían una y otra vez sobre la prohibición de aceptar caramelos si cierto se los ofrecía. Esas advertencias no tenían sentido alguno. Los señores con dulces en los bolsillos eran esforzados pedagogos que canalizaban su disposición educativa de forma precaria por no disponer de una concejalía. Menos mal que, abrazada definitivamente la modernidad, hemos convertido en servicio municipal la imprescindible quehacer de enseñar las sesenta y cuatro posturas sexuales del Kama sutra a los pequeños. Vilassar de Mar nos enseña que el entraña que rige el progreso está en la entrepierna, no en la inicio. Gracias por la construcción. Perdón, por la aleccionamiento.
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